La encuhetada

Hoy hará una trasnochada apretando el imprentero, y allá al rayar el lucero piensa acabar mi versada. Siendo ansí, a la madrugada le echaré en la población; pero antes hago intención (se lo alvierto por si acaso) de ir a pegarle un albazo llevándosela, patrón. Por ahora voy a largar solamente el primer trozo, y hay otro más cosquilloso, que después le he de atracar hasta hacerlo corcoviar a ese conde Palmetón; y le asiguro, patrón, que no desprecio a otro inglés, más que a ese maula, y después a otro de un zaíno rabón. Conque, va sabe, temprano, mañana al venir el día, me cuelo en la imprentería de Hernández el Valenciano, y me agarro mano a mano a cimarroniar con él: y en cuanto acabe el papel dándomelo, de ahi mesmito, me guasquiaré, patroncito, a su casa de tropel. Verá, señor, con qué esmero ha pintao la estampería, que le ha hecho a mi versería Musiú Lebas, el santero. ¡Ah, francés, lindo!, ansí quiero pagarle muy rigular; y ansí tienen que alumbrar los que pretiendan libritos, con diez y ocho vintencitos al tiro y sin culanchear. Su amigo, Luciano Callejas. ADVERTENCIA a los uropeos cosquillosos Van tres gauchos liberales a quejarse, con razón, de una floja y ruin aición de dos gobiernos desleales. Siendo gauchos, como tales, se explicarán sin rodeos, sin que dentre en sus deseos ni un remoto pensamiento de hacer en el fundamento agravio a los uropeos. Dedicatoria Señor conde Palmetón: a usté por lo bien portao, y el haberse acreditao ¡tan lindo en su Intervinción! Callejas, de refilón, a nombre de la gauchada, le dedica esta enflautada celebrando entre otras cosas, ¡que en ancas le largue Rosas por el Harpy una ensilgada! ¿Sabe lo que es ensilgada? Es una vaina, patrón, sin grano, y ¡con su perdón¿ que jiede a bosta quemada: medio aceitosa, y buscada en los pagos del Tandil y propia para el candil de cualesquier baladrón; conque, atráquele, patrón, esa mecha a Mistre Pil. La encuhetada Sorpresa del gaucho Morales al recibir a su amigo Olivera en su rancho junto a las trincheras de Montevideo. Marcelo ¡Cristo!... ¿Si será verdá lo que dudo en la ocasión?. Cabal... no es una ilusión... que es él mesmo... ¡voto-va! lleguesé, amigo Olivera: ¿Diaónde sale? ¿Qué anda haciendo? Olivera ¡Tristemente consumiendo la vida, hasta que Dios quiera! Así caigo a su presencia dichosamente, aparcero, pues acá soy forastero sin la menor conocencia. Marcelo Debe serlo, me hago el cargo, como que de Maldonao presumo que habrá llegao, y, habrá padecido largo... Olivera ¡Largo y fiero!... mesmamente: y toda laya de penas, tanto mías como ajenas, que es mejor que ni las mente porque el corazón, lueguito que dentro a considerar, se me oprime de pensar y se me hace chiquitito. Marcelo ¡Infeliz viejo Olivera! ¡lagrimiando!... sientesé; aunque no tengo, ya ve, ni un triste tronco siquiera. Ansí, amigaso, en el suelo crucesé sobre este ijar, a bien que no ha de extrañar... Olivera ¡Qué he de extrañar, ño Marcelo! después que me han baquetiao, ocho años de sacrificios tan crudos, que hasta los vicios ¡sin sentir he olvidao! Marcelo Dejuradamente lo creo: porque yo en el mesmo caso de infelicidá y atraso con la familia me veo. Ahora mesmo mi Pilar cogió y fue desesperada a vender una frezada, ganosa de yerbatiar. Olivera ¿Conque, Dios se la conserva alentada?... Marcelo Y trajinista, mientras la salú le asista: ya verá como trai yerba, y tabaco y aguardiente, y en ancas puede que traiga la frezada, sin que la haiga ni empeñao siquieramente. Por lo tanto, a prevención voy a mandar hacer fuego, cosa que, en llegando, luego tomemos un cimarrón... Con su licencia... ¡Agapito: vení, llená la caldera!... Agapito ¡La bendición, ño Oliveral Olivera ¡Que Dios te haga un santo, hijito! ¡Temeridá que ha crecido el muchacho!... y memorista: en cuanto me echó la vista al golpe me ha conocido. Vení, largáme un abrazo, rubio amargo... ¿cómo estás? Y decíme... ¿te acordás de tu potrillo picazo?... Agapito ¿Cuál?... ¿Aquel bellaco viejo? Me lo ajeniaron cuantuá en las puntas de Aceguá junto con otro azulejo. Que yo le puse collera y se lo prendí al picazo, porque como era malazo presumí que se me juera. Y ni bien se aquerenció cuando cierta madrugada, con la yunta y la manada una partida se arrío. Marcelo Vaya un recuerdo prolijo del tiempo de don Echagua pero de calentar agua, ¿a que no te acordás, hijo? Aunque... alvierto a ño Severo ganoso de hablar con vos; así, quédense los dos, que voy y vuelvo ligero. Olivera Bueno, paisano... ¿Conque, Agapito, ahora andarás como andamos, a cual más atrasao, pobre y a pie? Agapito Pobre, a veces suelo andar, y ansí mesmo siempre yo me amaño, creameló, y agenceo qué ensillar. Luego verá, ño Severo, un potrillo pangaré, lindo, que le trajiné a un inglés, que fue chasquero: Y salía cola alzada ajuera continuamente, y de ahi volvía caliente a presumir en la Aguada: Aonde se apea y se cuela atrás de cualquier muchacha, a pesar que tiene facha de más zonzo que su agüela... Olivera ¡La del inglés, Agapito!... ¡barajo!... no te turbés... Agapito ¿Cuál quiere que sea, pues? La del bisquete mesmito: ese maula que cruzaba lo mesmo que autoridá, del Cerrito a la Ciudá, y aquí nos menospreciaba... Tanto, que a mí en la avanzada, porque le pedí un cigarro, si no ando vivo, en el barro me arronja de una pechada. ¡Ahijuna!... y se la juré. Ansí un día que salió de manabita y volvió trayendo el tal pangaré, Dije entre mí... "si te pillo hoy en pedo lo verás, matucho, si te me vas golpio y sin el potrillo!" Olivera ¡La Purísima, el muchacho, que es propio para un descuido! Me alegra que haigás salido alentao y vivaracho. Proseguí, no te parés, que recién me va gustando. Agapito Pues, como le iba contando, resolví dende esa vez no darle alce ni cuartel, y sobre el rastro ahí no más largármele por atrás, ¡y que se me iba el infiel! Advierta, señó Severo, que dende que lo seguí, y aun antes, ya conocí que el pingo era pajarero. De suerte que en cuanto entró en el pueblo esa mañana, le dio al potrillo la gana de espantarse, y se tendió; Y ya por el costillar lo echó al hombre de cabeza, y en colmo de la maleza medio lo empezó a arrastrar. Porque al cair, en la estribera de una pata lo enredó, fortuna que reventó el ojal de la arcionera. Entonces echó el caballo a disparar como flecha por esa calle derecha del Veinticinco de Mayo. Y yo atrás dél me largué, hasta que allá entre las tiendas se enredó fiero en las riendas, se sofrenó y lo agarré. Severo Mira el diablo ...¡de manera que en cuanto lo asiguraste, de ahí mesmo ya enderezaste a media rienda hasta juera! Agapito Al contrario, le aflojé la cincha, y bajo la silla el tronco de una costilla de punta le acomode. Luego le cinché flojito, dejando el cuhete tapao, y el pingo, por de contao, comenzó a lomiar lueguito. Últimamente, tirando volví a trairselo al inglés, al cual lo encontré otra vez aliento y renegando. Y después que le arreglé el estribo como pude, dije entre mí: ¡Dios te ayude!... y el potrillo le arrimé. Conque, patrón... ¿cómo se halla? le pregunté medio en broma; y él me contestó en su aidioma: "¡Marchi diabli la caballa!" Y al verlo en disposición de montar, cuasi me río; porque... cuándo... ¡Cristo mío, se aguantaba el chapetón! Mesmamente la acerté. El hombre apenas montó, y ni bien se acomodó, ¡la gran... punta el pangaré! Cuando le asentó la nalga a la inglesa, y con el peso le hizo tomar gusto al güeso, se encogió, y ¡Cristo le valga! Conoció al jinete tierno, y al pingo se le hizo robo aliviarse, y de un corcovo echó la carga al infierno... Olivera ¡Oiganlé al matucho inglés! ¡Cómo aflojó de un tirón... y tan altivos que son en sus barcos!... y ¿después? Agapito Hasta frente a un conventillo que le llaman de Pozolo, siguió guasquiándose solo y corcoviando el potrillo: Tanto, que al fin se quedó en pelos completamente, y como era consiguiente entonces se sosegó. Ahi mesmito lo agarré; y... "¡ahora sí, lo verás, laucha, si has de pelar esta chaucha!" le dije, y me le senté. Y dende allí cachetiando y meniándole talón, me fui a golpiar del tirón a la Aguada disparando. Y como hasta hoy en el pago ni el inglés me lo ha cobrao, que lo habrá descogotao es la cuenta que yo me hago. Conque ansí, señó Olivera, supuesto que se halla a pie, disponga del pangaré como guste y cuando quiera... Marcelo Pero, hijito, ¿todavía estás meniándole taba? ¿Y usté soltando la baba, aparcero? ¡Virgen mía! Olivera ¡Voto alante, ño Marcelo! por su tardanza ha perdido de oir cómo me ha divertido su Agapito, que es un cielo, y gaucho crudo y a macho. Marcelo Y prosista más que todo; si no, repare del modo con que a mí me largó el guacho de hacer fuego y calentar la agua que yo le mandé. ¡Ah, diablito!... pero... che, ¡velay, acá está Pilar!... Pilar ¡Aparcero ño Olivera, gracias a Dios que lo veo! ¿y ña Petrona, y Mateo?... Olivera A su mandao, aparcera. Marcelo ¡María Santísima! Amigo, perdone si he olvidao el haberle preguntao por su mujer... pucha digo. Olivera Recién se acaba de apiar, y ya quería venir; pero no puede salir hasta medio pelechar. Pilar ¡Por vida!... y ¿cómo les ha ido en tanto apuro o redota? Olivera ¡Hágase cargo!... en pelota, y en montón hemos venido. Pues mandaron embarcar de un modo tan redepente, que fue rejuntar la gente, y al momento de mandar, como aguacero a la costa la botería acudió, y el criollaje ahí se juntó como manga de langosta. De ahí empezaron a echar viajes al barco a menudo, y en el bordo como pudo nos hizo desparramar... Del pértigo a la culata de un barcazo roncador, ñato viejo y rodador a impulsos de una fogata: Cosquilloso a una ruedita que de atrás un marinero se le prendió a lo carnero, como haciéndole colita. Pero, paisana... ¡qué cosa de barco tan maquinal! y grandote el animal de una manera asombrosa. Oiga, le relataré la laya de barco que era, que no es fácil, aparcera; pero, en fin, me amañaré. Era un barco... ¡tamañazo! de madera de mi flor, y tendría de largor como dos tiros de lazo. En la barriga tenía un pozo, donde se apiaba la gente que trajinaba en pura carbonería. Arriba los comendantes rodeaos de la oficialada, y mucha marinerada, con sombreros relumbrantes, Abajo había cuarteles y corrales y galpones; y encima grandes cañones con rondanas y cordeles. Y un cañuto ¡temerario! enterrao yo no sé cómo en lo más ancho del lomo, y más allá un campanario. Y luego en cada costao una rueda con aletas, que no he visto ni en carretas de esa laya de rodao. Viese, aparcera, al montar, ¡qué julepe y qué jabón nos pegó una quemazón que abajo entró a reventar!... Y ver salir apuraos como avestruces corridos... los hombres, que a unos chiflidos subían todos tiznaos. Yo me empecé a refalar el poncho para aliviarme, y estuve por azotarme, como carpincho, a la mar. Pero supe que de intento prendían abajo el fuego, y vi a un oficial que luego se puso a vichar atento. Y en cuanto por el cañuto vido salir la humadera, le aflojaron, aparcera, y echó a correr ese bruto. A dos laos, y relinchando, campo ajuera salió al mar, aonde empezó a bellaquiar: y ya nos juimos echando. Luego nomás, en tendales quedó todito el hembraje, y atrasito entró el machaje a rodar como costales. Al momento una fatiga y un asco tal nos entró, que a todos nos revolvió tan de-una-vez la barriga... Que con los ojos saltaos, haciendo juerza bramaban los criollos, y gomitaban quedando despatarraos. Y sin poder aguantar a semejante alboroto, hasta el último poroto nos hizo desembuchar. Ansí he cruzao el camino con todito ese trabajo, y he venido cuesta abajo a entregármele al destino. Marcelo ¿Ha visto cuán rigoroso el nuestro nos ha salido, que a todos nos ha sumido en un abismo espantoso? ¿Y cuánta sangre y estrago aun devora nuestra tierra? sin terminarse esta guerra, porque hay hombres... Pilar Eche un trago; y arme, aparcero: velay papel, tabaco y facón, pues alvierto en la ocasión que usté ni cuchillo trai. Olivera Cabal, paisana: ni quiero negarle que traigo apenas muy poca sangre en las venas, y ojales por todo el cuero. Marcelo ¿Y cuándo, amigo, al remate, de esta custión llegaremos? ¡Por Cristo! que ya debemos tener juicio y... Agapito Velay mate. Marcelo ¿Será posible que siendo tan poquitos los paisanos, como fieras entre hermanos nos sigamos destruyendo? Usté que tiene experencia profunda, y conocimiento, y en cada razonamiento el poder de una sentencia, Diga, si por desventura nos ha condenao el cielo a tener el desconsuelo de cair a la sepultura. Sin que logremos jamás bendecir a cualesquiera que a nuestros hijos siquiera les ponga su tierra en paz... Olivera Sí, amigo: no desespere de que esta calamidá puede terminarse ya si la Virgen y Dios quiere. Pues ya sabe que en la vida no hay cosa que no termine, por más que el hombre imagine de que no tiene medida. Marcelo Con todo eso, van ocho años de ruina que hemos tenido; ¡y en la guerra hemos sufrido tan amargos desengaños!... De ambición en los de acá hasta asigurar el mono, y a lo último de abandono y perfidia en los de allá... ¿No ha visto de Ingalaterra y de Francia lo que han hecho con nosotros, que hasta el pecho nos han metido en la guerra? Haciendo al principio roncha con tanta alianza y promesa, y a lo último con vileza juir y meterse en la concha... Queriéndonos entregar después de sacrificaos por esos mesmos aliaos que nos han hecho matar ¡Malditos sean... ahijuna, ciertos monarcas del mundo, a quienes odio profundo les juro y piedá ninguna! Y de corazón, quisiera que cierto rey reculao algún día ande arrumbao y con las tripas de juera. Pues, si algún criollo no sale a sacarnos de este infierno, será nuestro mal eterno, ¡y cairse muerto más vale! Olivera Dejuro, tiene razón de quejarse y renegar; pues a eso ha dado lugar la ruinosa entrivención: Que la figura más ñata con fantástico poder, es lo que ha venido hacer en el Río de la Plata. Ansí es, paisano Marcelo, que me alegro de que Rosas a esas potencias famosas hoy las humille hasta el suelo. Sin que ninguno le ladre de esos diablos coronaos, que de miedo y sobajeaos lo están haciendo compadre: Y le quitan el bocleo como diciendo: "nos vamos, y velay que te entregarnos por junto a Montevideo". Aonde nos echan bravatas a nosotros, pero a aquél, al tirano Juan Manuel lo saludan con fragatas. En fin, usté me ha templao, y malo es que me caliente; pero... déme el aguardiente, y luego me oirá, cuñao. Marcelo ¡Ah, viejo terne!... de balde lo traquea la vejez, se conserva cada vez con más letras que un alcalde. Sí, amigo: me ha de gustar oirlo a usté, y oir a Callejas; casualmente hacen parejas en el modo de pensar. Olivera ¿Conque, mi amigo Luciano, también anda por acá? me alegro. Y ¿cómo le va? Marcelo Rigularmente, paisano. Hoy ha venido un ganao que lo están desembarcando, y allí lo dejé enlazando por seis pesos y un asao. Y ahí mestizo me asiguró que viene a hacer medio día conmigo, y que me trairía vino duro, ¡y qué sé yo! De suerte que comeremos; y luego con mi patrona a traer a será Petrona al cuartel nos largaremos. Pero... ¿usté está cabeciando? Mal dormido.. ya se ve... Olivera Es verdá... Marcelo ... Pues echesé vaya medio dormitando. Y... andá, Pilar, por favor, mientras duerme ño Severo, ve si te empriesta el pulpero un vaso y el asador. Y en cuanto llegue Luciano, la venida de Olivera celebraremos siquiera con un pedo soberano. Ansí, aprontáte, mujer, como para cocinar; que yo voy a trajinar más leña, que es menester. Vos, Agapito, por la olla andá al muelle, ya sabés... Agapito ¿Y si me topa el inglés? Pilar Sumíle, hijito, la bolla. Agapito Entonces, por si lo pillo, y me atropella Balija para irme más a la fija voy a llevar mi cuchillo. Pues, si me atraviesa el zaino en que ahora anda, y con la tranca me ataja, y volea la anca ahi mesmo le desenvaino... Marcelo Salí... maula... farolero: si te ronca, ¿qué has de hacer? Agapito Nadita... aunque... puede ser ¡que le haga sonar el cuero!

Collection: 
1827

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