Mamboreta

Así la llaman todos los chicos de Palermo.
Es la risa del barrio con su rostro feúcho
y su andar azorado de animalito enfermo.
Tiene apenas diez años, pero ha sufrido mucho...

Los domingos temprano, de regreso de misa
la encuentran los muchachos vendedores de diarios,
y en seguida comienza la jarana, la risa,
y las zafadurías de los más perdularios.

Como cuando la gritan su apodo no responde,
la corren, la rodean y Mamboretá ¿en dónde
está Dios?, la preguntan los muchachos traviesos.

Mamboretá suspira, y si es que alguno insiste:
— «¿Dónde está Dios?» — , le mira mansamente
sus ojos pensativos de animalito triste, [con esos

Una viuda sin hijos la sacó de la cuna,
y alguien dice, con mucha razón, que lo hizo adrede,
de bruja, de perversa no más, pues le da una
vida tan arrastrada que ni contar se puede.

Mamboretá trabaja desde por la mañana;
sin embargo, no falta quienes la llaman floja,
la viuda, sobre todo, la trata de haragana,
y si está con la luna de cuanto se le antoja:

—«La inútil, la abriboca, la horrible, la tolola...»
Mamboretá no ha oído todavía una sola
palabra de cariño. ¡Pobre Mamboretá!

Todo el mundo la grita, todos la manosean,
y las mujeres mismas a veces la golpean...
¡Ah, cómo se conoce que no tiene mamá!

Collection: 
1903

More from Poet

  • Las rosas del balcón eran celosas
    novias bajo el agravio de la fina
    ironía falaz de una vecina
    que se ponía a reír de ciertas cosas.

    Tu perdón desdeñoso fué a las rosas
    y tus labios a mí. La muselina
    de la suave penumbra vespertina
    te envolvió en no...

  • Ya sobre los hastíos de tus meditaciones,
    como en fugas radiantes escucharás canciones
    de músicas heráldicas, de las músicas locas
    que enardecen las ansias y enrojecen las bocas

    en besos fecundantes, cual rocíos de mieles
    que hasta en el yermo hicieron florecer los...

  • Y pasas, y no sola, presintiendo dorados
    orientes, los propicios a los enamorados,
    como una novia enferma que evoca espirituales
    promesas en las largas noches sentimentales;

    o esperas al amado, sonriente, como algunas
    heroínas que aguardan al amor de las lunas...

  • Como las extraordinarias
    pero irreales doncellas
    que vieron en las estrellas
    las hostias imaginarias
    de sus noches visionarias,
    así tus blancas patenas
    quedarán tan sólo llenas
    de tu gesto de mujer,
    porque hoy no podría hacer
    de segador de...

  • Ya la tarde libra el combate postrero,
    en las flechas de oro que lanza el ocaso,
    y se va — como un príncipe, caballero
    en el rojo corcel del Ocaso. —

    Se ahonda el misterio de las lejanías,
    misterio sombreado de tinte mortuorio,
    y el barrio se puebla de las...