Los recelos

¿Por qué, adorada mía, mudanza tan cruel? ¿Por qué afanosa evitas encontrarme, y si te miro, fijas en tierra lánguidos los ojos y y triste amarillez nubla tu frente? ¡Ay! do volaron los felices días En que risueña y plácida me vías, y tus ardientes ojos me buscaban, y de amor y placer me enajenaban? ¡Cuántas veces en medio de las fiestas, de una fogosa juventud cercada, me aseguró de tu cariño tierno una veloz simpática mirada! Mi bien, ¿por qué me ocultas el dardo emponzoñado que desgarra tu puro corazón?... Mira que llenas mi existencia de horror y de amargura: dime, dime el secreto que derrama el cáliz de dolor en tu alma pura. Mas, ¿aún callas? ¡Ingrata! Ya comprendo la causa de tu afán: ya no me amas, ya te cansa mi amor... No, no; ¡perdona! ¡Habla, y hazme feliz!... ¡Ay! yo te he visto, la bella frente de dolor nublada, alzar los ojos implorando al cielo. Yo recogí las lágrimas que en vano pretendiste ocultar; tu blanca mano estreché al corazón llena de vida que por tu amor palpita, y azorada me apartaste de ti con crudo ceño: volví a coger tu mano apetecida, sollozando a mi ardor la abandonaste, y mientras yo ferviente la besaba, bajo mis labios áridos temblaba. ¿Te fingirás acaso delito en mi pasión? Hermosa mía, no temas al amor: un pecho helado, al dulce fuego del sentir cerrado, rechaza la virtud, a la manera de la peña que en vano riega a torrentes la afanosa lluvia, sin que fecunde su fatal dureza; y el amor nos impone por ley universal Naturaleza. Rosa de nuestros campos, ¡ah! no temas que yo marchite con aliento impuro tu virginal frenor. ¡Ah! ¡te idolatro!... Eres mi encanto, mi deidad, mi todo. ¡Único amor de mi sencillo pecho! Yo bajara al sepulcro silencioso por hacerte feliz... Ven a mis brazos, y abandónate a mí; ven, y no temas. La enamorada tórtola tan solo sabe aqueste lugar, lugar sagrado ya de hoy más para mí... ¿Su canto escuchas que en dulce y melancólica ternura baña mi corazón?... Déjame, amada, sobre tu seno descansar... ¡Ay! vuelve... tu rostro con el mío une otra vez, y tus divinos labios impriman a mi frente atormentada el beso del amor... Ídolo mío, tu beso abrasador me turba el alma: toca mi corazón cual late ansioso por volar hacia ti... deja, adorada, que yo te estreche en mis amantes brazos sobre este corazón que te idolatra ¿Le sientes palpitar? ¿Ves cual se agita abrasado en tu amor? ¡Pluguiera al cielo que a ti estrechado en sempiterno abrazo pudiese yo espirar! ¡Gozo inefable! aura de fuego y de placer respiro; confuso me estremezco: ¡ay! mi beso recibe... yo fallezco... Recibe, amada mi postrer suspiro.

Collection: 
1823

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