Planeta de terror, monstruo del cielo, errante masa de perennes llamas que iluminas e inflamas los desiertos del Éter en tu vuelo; ¿Qué universo lejano al sistema solar ora te envía? ¿Te lanza del Señor, la airada mano a que destruyas en tu curso insano del mundo la armonía? ¿Cuál es tu origen, astro pavoroso? El sabio laborioso para seguirte se fatiga en vano, y más allá del invisible Urano ve abismarse tu carro misterioso; ¿El influjo del sol allá te alcanza, o una funesta rebelión te lanza a ilimitada y férvida carrera? Bandido inaquietable de la esfera, ¿Ningún sistema habitas, y tan cerca del sol te precipitas para insultar su majestad severa? Huye su luz, y teme que indignado a su vasta atracción ceder te ordene, y entre Jove y Saturno te encadene, de tu brillante ropa despojado. Mas si tu curso con furor completas, y le hiere tu disco de diamante, arrojarás triunfante al sistema solar nuevos planetas. Astro de luz, yo te amo. Cuando mira tu faz el vulgo con asombro y miedo, yo, al contemplarte ledo, elévome al Criador: mi mente admira su alta grandeza, y tímida le adora. y no tan solo ahora en mi alma dejas impresión profunda: ya de la noche en el brillante velo, de mi niñez en los ardientes días, a mi agitada mente parecías un volcán en el cielo. El ángel silencioso que ora inocente dirección te inspira, se armará del Señor con la palabra cuando del libro del destino se abra la página sangrienta de su ira. ¡Entonces furibundo chocarás con los astros, que lanzados volarán de sus órbitas, hundidos en el éter profundo, y escombros abrasados de mundos destruidos llevarán el terror a otro sistema!... Tente, Musa: respeta el velo obscuro con que de Dios la majestad suprema, envuelve la región de lo futuro: tú, cometa fugaz, ardiente vuela, y a millones de mundos ignorados al Hacedor magnífico revela.
Oda al cometa de 1825
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Tornarme el don divino, que ensañada...