En el verde jardín, al pie de un árbol, hallé una lira rota y destemplada: y en tal estado al verla sentí rota mi alma. Las cristalinas gotas de rocío que en sus hilos metálicos brillaban, no sé por qué misterio me parecieron lágrimas. Al ver a un ruiseñor triste y callado que en ella se posaba, dije: el ave es el alma de su dueño que viene a visitarla. ¡Ay! en aquellas cuerdas yo veía de un corazón las fibras delicadas heridas mortalmente por sin igual desgracia. Cuando el viento al pasar, aquellas cuerdas con invisibles dedos agitaba, gemidos y lamentos de la lira brotaban.
La lira rota
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