El bosquecillo

Bosquecillo frondoso,
que a las orillas del sonante río
abrigo delicioso
me das en los calores del estío.

Cuando yo te contemplo,
mientras abrasa el aire el mediodía,
el misterioso templo
te finge del placer mi fantasía.

Los festivos amores
están en torno tuyo revolando,
y en tu lecho de flores
se recuesta el deleite suspirando.

Y al que en tu seno amparas
el numen del secreto dice aerio:
«Sacrifica en mis aras;
mis sombras te prometen el misterio».

Y acuden presurosas,
dejando las lejanas arboledas,
las aves codiciosas
de la promesa de tus sombras ledas...

Mas yo soy solitario,
no tengo como el ave compañera;
me llama a tu santuario
más grata voz, si menos hechicera:

¡La voz del ocio blando!...
Aquí me tiendo en la mullida alfombra
de tu césped, gozando
la frescura del río y de tu sombra.

Y miro el curso lento
que en la pradera tuerce el sesgo río,
y a su música atento
me pierdo en un sabroso desvarío.

Ya ver se me figura
al dios de los pastores y ganados
buscando la hermosura
de Eco por los valles y collados.

La ninfa se le esconde
huyendo sus impúdicos amores,
y tan sólo responde
con fugitivo acento a sus clamores.

Porque ella aún deplora
los desprecios de Adonis afligida,
y en las cavernas llora
en aerio y vago acento convertida.

Dentro las claras linfas
del río, de cristal miro un palacio:
cerniendo están sus ninfas
en cribas de esmeralda, oro y topacio;

y entre ellas el sagrado
numen está del río, muellemente
en la urna reclinado,
ceñida de limosa alga la frente...

Todo se anima, todo
cobra voz, cobra vida y movimiento,
y por extraño modo
todo lo prueba el vago pensamiento.

¡Oh, campiña agradable,
que dulcísimo encanto mío eres!
¡Séate favorable
el claro sol, propicia el alma Ceres!

Flora te dé fragancia,
no destruya tus galas el invierno;
Pomona la abundancia
derrame en ti de su colmado cuerno.

Y a ti, bosque frondoso,
que a las orillas del sonante río
abrigo delicioso
me das en los ardores del estío.

Propicio a tus verdores
te sonría apacible el claro cielo,
frutos te den y flores
las estaciones en su raudo vuelo.

Collection: 
1853

More from Poet

  • Son tus ojos dos estrellas
    que derraman luz y amores
    celestial;
    y luces entre las bellas,
    como el lirio entre las flores
    virginal.

    Tú, la más linda en la danza,
    tú, la de más gentileza,
    más primor;
    y puestas en la balanza
    mil bellezas...

  • Flota en los aires, de la tarde el velo;
    y al mismo paso que las sombras cunden
    de la atezada noche en el espacio,
    dolorosos y oscuros pensamientos
    nacen dentro del alma y se difunden.

    Contempla, Laura, en el tendido cielo
    esas nubes que vuelan
    ...

  • ¿Qué dices, Laura, de esta flor? ¡Qué hermosos
    sus pétalos en lustre y en color!
    Mira con qué arte agrúpanse graciosos
    del frágil tallo asidos al redor.

    Empero, ve de un soplo disipada
    tanta hermosura... ¡Efímero primor!
    ¿Qué ves ya de la flor? El tallo......

  • Del África abrasada en las arenas,
    de la Siberia en el perenne hielo,
    en la sierra, en el llano,
    del polo al ecuador; con larga mano,
    cual las estrellas pobló su vasto cielo,
    así los espació Dios Soberano
    por toda la ancha faz del grande suelo.

    Nacen...

  • Cuatro estaciones hay en nuestra vida
    como en el año, Laura:
    Una en que el cielo es puro, mansa el aura,
    que corre entre las flores adormida:
    ésta es aquella dulce edad primera,
    de nuestra vida alegre primavera.

    Tras ésta viene aquella que aquilones
    tan...