E un bel desio, che nasce
allor che men s'aspetía.
Metastassio
¿Quién eres tú, oh muda compañera
de mi tristeza solitaria? Di,
¿quién eres tú que fuese a donde quiera
siempre a mi lado cándida te vi?
¿Por qué al mirarte el alma estremecida
siento, y el pecho palpitar de amor?
¿Por qué me ves como a piedad movida?...
¿Qué a ti mi soledad y mi dolor?
¿Qué lazo te une a mí? ¿Qué malhadada
suerte te pudo a un infeliz ligar?
¿Eres visión, verdad, sombra de nada,
o de mi vida el genio tutelar?
Acaso vienes tú del alto cielo,
y no sé yo tu celestial misión...
¿A qué viniste? ¿Traes el consuelo
a mi desconsolado corazón?
Mis infantiles goces y recreos
no conocieron tu amorosa faz.
¿Creáronte por dicha los deseos
cuyo vago anhelar siento voraz?
Yo no sé, dulce sombra, desde cuándo,
no sé dónde, visión, te uniste a mí;
conmigo estás desde que estoy penando;
junto con el dolor te conocí.
Te veo en el silencio, en los festines;
te encuentro allí donde mi planta va,
en el bosque, en el valle, en los jardines;
en ésta, en otra parte, aquí y allá.
Ninfa en el bosque, en los jardines Flora,
grave genio en la agreste soledad;
en los campos con sayo de pastora,
con rico velo y manto en la ciudad.
Dulces tus ojos son y pensativos
cual los ojos del ángel del amor;
y vas flechando en mí sus atractivos
con muda magia y silencioso ardor.
Tienes la faz de cándido querube,
misteriosa mujer, sombra ideal;
vaporoso es tu traje cual la nube,
y liviano tu talle y virginal.
Con la aurora apareces en oriente,
y envuelta en su rosado velo vas;
y aunque te vayas con el sol poniente,
conmigo en la callada noche estás.
Oigo tu voz en la aura pasajera,
del arboleda en el fugaz rumor,
cual la voz del deleite lisonjera,
tierna como el suspiro del amor...
Perfecta es tu beldad: pero ¿quién eres?,
no comprendo el arcano de tu ser.
¿Has venido del cielo?... ¿Qué me quieres?
Tu nombre y tu misión hazme saber.
-«¿No revelan mi nombre a tus oídos
»el río, la pradera
»los céfiros floridos,
»el cielo, el sol, Naturaleza entera?
»El amor es mi nombre:
»nazco de la esperanza y el deseo
»en el pecho del hombre,
»y soy primero un vago devaneo;
»Después soy el placer que en dulce fuego
»el universo inunda,
»y soy el dolor luego
»que le sumerge en lobreguez profunda».