CRUZANDO voy el valle de la vida
Infeliz, fatigado caminante
Por dilatado erial,
Sin que encuentre la mente entristecida
Con que curar del corazón amante
El íntimo pesar.
Cruzando voy, cual hoja que arrebata
COn ímpetu feroz allá en los montes
El ábrego cruel;
Ya me acerca á la horrible catarata,
Ya me lleva á lejanos horizontes
En desigual vaivén.
Y si paso entre rosas purpurinas,
Nunca aspiro su aroma apetecible,
Ni admiro su matiz;
Enclávanse en mi pecho sus espinas
Y un ¡ay! me arranca mi dolor terrible
Cuando me siento herir.
No escucho los murmurios de las fuentes,
Ni á mí llega el acento melodioso
De alegre colorín.
Solo escucho la voz de los torrentes
O del siniestro cárabo medroso
El lúgubre gemir.
En vano busco en mi fatal camino
El vivo lampo que en mis sueños veo
De fúlgida ilusión;
Que luchando en los brazos del destino,
Va plegando sus alas mi deseo
Al golpe del dolor.
¿En dónde está la luz de mi esperanza?
¿Dónde la dicha que mi sér aliente
Y embriague el corazón?
¿Qué, no brilla un lucero en lontananza,
Nuncio feliz de la mujer ardiente
Que ame cual amo yo?
No lo sé, y en tan triste desvarío
En las brisas mis lánguidos acentos
Se elevan sin cesar.
Hasta que me hunda en el sepulcro frío
Y piérdanse mis bárbaros tormentos
En la honda eternidad....
En tanto tú, simpática criatura.
Que sin cesar mirando te recreas
Tu grato porvenir.
Sin comprender la agena desventura,
Cuando estos versos solitaria leas,
Acuérdate de mí.