Canto a Honorato Vázquez

¡Qué de cantos se principian
para no ser terminados,
porque se entristece el alma
y el corazón desmayado
las alas pliega, cual madre
que agotó todo su llanto!
Tú lo entiendes, lo has sentido,
y dices muy bien, hermano:
«Son como telas de araña
esos inconclusos cantos».

He visto a ese insecto humilde
comenzar con entusiasmo
la red que darle podría
el sustento y el descanso,
y he visto luego a una mosca
venir y pasar volando,
y echar por tierra a la obrera
con su esperanza y trabajo.
Así nacen y así mueren
los pobres cantos de un bardo...
También una tela urdimos
con nuestros sueños dorados,
y en largas horas de insomnio
pasa la mente escuchando
los ritmos y las cadencias
de un canto, ¡qué hermoso canto!
Pero viene la alborada,
y anhelosos despertamos,
ansiando vuelvan los sones
de ese cántico soñado...

Repite, ¡oh, ardiente musa!,
los sublimes arrebatos
y las pausas deliciosas
y los sollozos ahogados...
y por la cláusula ardiente
del idioma soberano,
sepa el mundo lo que sueño,
sepa el mundo lo que canto...

Y ¡nada!, nada, ¡Dios mío!,
tan sólo silencio amargo
del corazón casi muerto
en el lúgubre santuario.
Y, como moscas errantes,
llegan fúnebres zumbando
algunos recuerdos tristes
que revuelan solitarios
al rededor del cadáver
de algún amor olvidado...
Ya de una esperanza muerta
se ve el sepulcro lejano;
ya los restos de un afecto
que en la alma se están velando...
¡Ay! El corazón entonces,
lo sabes muy bien, hermano,
¡cuánta sangre en vano vierte,
cuánto lucha, gime cuánto!
Y ¿al fin?... Al fin sólo queda,
en medio de un fondo blanco,
algún título pomposo,
renglones medio borrados,
caminos por donde ha ido
el corazón como a saltos,
quizá una lágrima tierna,
gota de hiel o de bálsamo
con que piadosos ungimos
las cenizas del pasado...
¡Se descubre en esas líneas
una herida que hace años
se cerró, y a cuya vista
huye el alma con espanto!
¡Se escucha el eco perdido
de un tiempo hermoso y lejano,
se escucha ardiente reproche
a un ser que está perdonado!
¡Fugaces telas de araña,
pobres cantos, tristes cantos,
tesoro que los poetas
tienen en su alma guardado;
niños que en el vientre mueren
de sus madres; cuánto, cuánto
de dolor traen al pecho
y a los ojos lloro amargo!...
Esos cantos de otro tiempo
acaba, dices.

¡Hermano,
pide también que a la vida
vuelvan los sueños pasados;
que se recoja de nuevo
todo el llanto derramado,
que se fundan, que se junten
del corazón los pedazos!...

Collection: 
1871

More from Poet

  • ¡Viva, te amé tanto, tanto!
    Muerta, te amo mucho más;
    mañana, resucitada...
    ¡cómo te pudiera amar!

  • ¡Me asusto de mí mismo!
    ¡Yo quisiera esconderme en un abismo
    más profundo que el mar!
    ¿La fosa, el polvo inerte?...
    ¡Mi muerte no es remedio de su muerte;
    ansío más, aún más!

    Mi mal imponderable
    pide de amor un piélago insondable;
    pero éste, ¿en...

  • ¿Qué he perdido? ¡Mi lengua se resiste
    a pronunciar el adorado nombre!
    Corazón, ¿qué perdiste?
    -Lo que más dulce en la pasión existe,
    Señor, lo más querido para el hombre:
    ¡Una alma! ¡Esa alma tuya que me diste!

  • Corazón enfermo
    y alma amante y sola,
    si cantar pudiera:
    ¡Ya tengo mi novia!...
    ¡Qué triste la vida,
    qué lentas congojas
    sin unos amores,
    sin una paloma!
    Cualquiera, a los veinte,
    vive en la memoria
    de una rubiecita
    cándida y...

  • -Escribanillo, di, ¿qué
    escribes sobre las aguas?
    -¡Ay, niña, estoy dando fe
    del juramento que acaba
    de hacerte el joven que aquí
    te espera tarde y mañana!
    -¿Es posible? Pero allí
    yo no veo escrito nada.
    -Así no verás, Leonor,
    que él te...