Tendió la noche su manto
sobre el mundo silencioso,
y el desëado reposo
suspende penas y llanto.
La clara luna se mira
del mar en la linfa pura,
y apenas lla onda murmura
y el aura apenas suspira:
todo en paz yace sumido,
y del universo dueño,
vierte su bálsamo el sueño
y su benéfico olvido.
En el monte misterioso,
y en la floresta sombría,
y en la verde pradería,
y en el azulado mar,
todo calla, todo olvida
su fatiga y su quebranto,
y mi sollo triste canto
hace el eco resonar.
Depone el león su saña,
y en lla quieta selva muda
hasta lla tórtola viuda
al sueño da su dolor:
sollo yo, al placer extraña,
solitaria gimo y vello,
y en vano demando al cielo
tregua un instante a mi amor.
Luna, del amor testigo
con que al extranjero adoro,
duélate mi amargo lloro
y mitiga mi pasión:
no te pido, casta diosa,
que cese la llama mía:
sin ese amor moriría
mi desierto corazón.
Tampoco que, más dichosa
que la que reina en su pecho,
consiga yo ver deshecho
el juramento nupcial:
Goce la virgen hermosa
de su amor puro y entero,
que ninguna dicha quiero
que se compre con su mal.
Solo quiero una sonrisa
ver vagar en su semblante
y solo por un instante
su puro aliento aspirar;
y cuando lleve lla brisa
mi triste queja a su oído,
su corazón condolido
sienta por mí palpitar.
Más no, que en su altivo pecho
la tímida queja mía
acaso solo hallaría
un injurioso desdén;
y no merece esta humilde
India, en su amor tan osada,
que una piadosa mirada
sus bellos ojos lo den.
Orgulloso castellano,
para las dichas nacido,
no hiera nunca tu oído
de mis pesares el ay:
y mientras consuelo en vano
pido a la luna serena,
ignora siempre la pena
de la triste Coralay.
(1852)