YO sé que te deleitas escuchando
Los sentidos acordes de mi lira,
Y de mis versos el acento blando
Tiernos deleites á tu pecho inspira.
Yo sé que me comprendes y me amas,
Yo sé que vives para mí gozosa,
Y en noble orgullo maternal te inflamas,
Y te contemplas con mi amor dichosa.
Estática me miras, y en tus ojos
Bebo de puro amor vivo destello,
Y me sonríes, ¡oh madre! sin enojos
Cuando enlazo mis brazos en tu cuello.
Y si el dolor con su saeta aguda
Hiere tu corazón, madre del alma,
Con mis caricias tu pesar se muda
Y solo encuentras en mi amor la calma.
¡Gracias, oh, gracias mil; siempre te adoro!
Solo tu alma es sin fin agradecida:
¡Cada suspiro tuyo es un tesoro!
¡Cada caricia tuya es una vida!
¿Ouién me ha de amar así? nadie en el mundo;
Jamás encontraré tan puros lazos,
Porque al embate de pesar profundo
Las cadenas de amor se hacen pedazos.
Siempre la duda cual roedor insecto
En el pecho se anida en propio daño,
Y siempre viene en pos de cada afecto,
Y de cada ilusión, un desengaño.
Pero tú, madre del alma,
Sin ese duro temor.
Me darás siempre la calma
Y te llevarás la palma
De mi solícito amor.
Nunca, nunca he de perderte,
No me tocará la suerte
Que á otros amantes tocó;
Tú has de amarme hasta la muerte
Lo mismo que te amo yo.
¡Ah! yo sé que te placen sus cantares;
Por eso al son de mi laúd querido,
Olvidando del mundo los pesares,
A tí elevo mi voz enternecido.
Tan solo ¡oh madre! á tí; porque te adoro,
Porque es tu alma sin fin agradecida;
¡Cada suspiro tuyo es un tesoro!
¡Cada caricia tuya es una vida!