Llega un viento salobre. Leve arrebol
ruboriza las nubes, níveas y puras,
donde duermen las diosas de albas cinturas.
Como una lona náutica se anuncia el sol.
Las olas espumosas, veloz cuadriga,
se encabritan hinchando sus pechos de oro,
y hace chasquear el viento, frío y sonoro,
su látigo flexible como un auriga.
Resuenan estruendosas las olas hímnicas;
azules y festivas las aguas rítmicas
retozan bajo el ancho cielo amapola.
Y, luciente de espumas y de mariscos
Anfitrite, desnuda, sopla en los riscos,
con sus pulmones jóvenes, la caracola.