OYE cual silva el arrecido viento,
Llevando con sus alas,
En su empuje violento,
Del prado y del jardín las frescas galas.
Mira esas hojas que en revueltos giros
Hacia el torrente avanzan
Con desigual rumor triste y medroso,
Y, sin saber á donde van, se lanzan
Al mar, al mar undoso....!
El cristal de la fuente, terso y puro,
Se empaña con el viento que lo riza
Y sus azules ondas transparentes
Pardas se tornan con el cieno oscuro
Que despide el torrente desbordado.
Abandonan las pardas golondrinas
El nido fabricado en la techumbre
Del torreón, y en pos de viva lumbre,
De más ardiente sol, de frescas flores
Llevan, cantando cual vinieron, todo
El fruto de sus cándidos amores;
Así también las ilusiones huyen
Al peso de los años;
Así también, después de los amores,
Como el turbión que deshojó las flores,
Vienen gimiendo negros desengaños;
Así la fuente de inocencia pura
Enturbia la corriente
De violenta pasión y las creencias
Más tiernas ráudas pasan
Como las secas hojas que caminan
Al mar.... al mar de duda....!
Donde se pierden para siempre, hermana:
La fé de ayer no volverá mañana.
Tal vez por eso en el hogar un día,
Sobre mi adusta frente
La sombra de letal melancolía
Miraste de repente:
Tal vez por eso solitario y triste
Me contemplas do quier y en vano anhelas
Leer en mi corazón secretas ansias;
Solo voy caminando
Mis amargos pesares lamentando.
Alguien empero de mi pena ríe
Y, al mirarme reír, feliz sin duda
Me contempla, cruzando por la vida,
Ajeno de amargura y sinsabores,
El cáliz apurando
Gozoso del placer y los amores.
Dicen que la ventura me circunda
Y á envidia les provoca,
Y no comprenden que si ríe mi boca,
Mi corazón en el dolor se inunda;
No saben, no, que en mi vigilia larga
Con ojo escrutador al mundo veo,
Y que cada ilusión, cada deseo,
Vierte una gota de veneno amarga.
No saben, no, que guardo aquí en el pecho
Un corazón en el pesar sensible;
No saben que la mente acalorada
En rápido volar el éter hiende,
Y con luz que los cielos me prestaron
Los torpes desvaríos
De la mezquina humanidad comprende;
Y no sabrán jamás, que es otro mundo
El que forjó en mi loca fantasía,
Un mundo de virtud, de poesía,
De pureza infinita y de bondades
Porque ardiente suspira el alma inquieta,
Otro mundo mejor, mundo de aromas,
De amor y de armonía y de esperanza
Que solo comprendió noble poeta
Como el justo la eterna bienandanza.
Presto las alas que tendió mi anhelo
Se pliegan fatigadas,
Tiendo la vista al derredor: el suelo
Está do quier de crímenes henchido,
Donde vi la virtud, el vicio torpe,
Artero, sin cesar se enseñorea;
Donde forjó mi idea
Suma bondad, cinismo se levanta,
Rencor, odio, maldad, do quier poniendo
Sobre rico tapiz la inmunda planta,
Donde miro lealtad, negra falsía
Asoma riendo la cerviz enhiesta;
En vez de amor, el lúbrico deseo
Mantuvo reprobado devaneo
Y la virginea fada encantadora,
De deleites avara,
En un rincón, cubriéndose la cara,
Desesperada, su impureza llora:
Tiende amigo sincero franca mano
Y en las pupilas del amigo mira
El fátuo brillo del encono insano
Que contra el lazo de amistad conspira.
El que á la patria invoca
Y con la enseña tricolor en brazos
Gritando gloria, ó derramando lloro,
Por el público mal, cínico y torpe
Las leyes de la patria hace pedazos
Y absorbe avaro el maternal tesoro.
¿Dónde está la virtud? Oigo el ruído
Que produce el escarnio, turba impía
En báquica algazara
Á una maga hermosísima y divina
Está lanzando insultos á la cara;
¡Cual la atormentan y la acosan ciegos!
¡Cuan burlan su modestia y gallardía !
Unos la llaman detestable arpía,
Otros ni aún tocan la tendida falda,
Y así la vuelven con desdén la espalda.
Y aquéllos que mantienen la orgía impura
La llaman encubierta hipocresía;
Mas ni dolor, ni escarnio, ni denuestos
Borran la aureola pura
Que en su frente vivífica fulgura.
¡Feliz aquél que ante las aras divas
De ese ángel purísimo y risueño
La frente doblegó! ¡feliz quien ama
De adorable virtud los resplandores,
Y en la terrible adversidad la llama;
Ella vendrá gentil regando flores,
Ella gallarda y pura y refulgente
Vendrá á poner al triste
La oliva de la paz sobre su frente;
Ella en los labios que secara el hielo
Del agudo dolor, néctar sabroso
Derramará del cáliz delicioso
Donde beben los ángeles del cielo;
Ella lo guarda entre sus castas manos
Para dar al sediento peregrino,
Que equivocó el camino,
Y la llama infeliz en su agonía,
En su pesar profundo,
Que es la única en el mundo
Que del triste mortal los pasos guía.
Yo sé que tú te postras reverente
Ante ese ángel de paz; sé que la invocas
Y que ilumina tu apacible frente,
Cuando las orlas de su manto tocas;
Yo sé que tú la amas, que á tu lado
La llamas con solícito cuidado,
Cual los blancos risueños serafines
Que allá del cielo inmenso en los confines
Al lado viven de las justas almas
Y á la blanca virtud, si baja al mundo,
Sus coronas le prestan y sus palmas.
Ámala sin cesar, no venga el día
En que al fiero desdén tienda las alas
Y te abandone enmedio á tu agonía....
Qué hicieras ¡ay! sin sus lucientes galas.