Desde que el gran Rafael
dio al mundo, la maravilla
de la Virgen de la Silla,
trasladarla en copia fiel
procura en vano el pincel,
el buril procura en vano;
que no fue dado a otra mano
igualar la perfección
y la celeste expresión
de aquel grupo soberano.
Mas tu ingenio, Carolina,
aun copiando débil copia,
la expresión y beldad propia
de esa pintura divina
cual por instinto adivina:
y, sin quedártele atrás,
hoy repetida nos das
en tan breve miniatura
la incomparable hermosura
que no miraste jamás.
Pero su hechizo y beldad,
¡Cuánto más dulces me son
al ver que es precioso don
que me brinda tu amistad!
No de más preciosidad
me fuera el bello traslado,
si, de diamantes cercado,
cifrara inmenso caudal;
ni el sublime original
fuera de mí más preciado,
copia tan encantadora
me recordará al divino
pintor famoso de Urbino,
y a la bella copiadora;
en ella yo desde ahora
mi mayor riqueza fundo,
que con primor sin segundo
en mí para siempre liga
a mi dulcísima amiga
y al primer pintor del mundo.
Al verla, ver creeré
la blanca tornátil diestra
tan linda como maestra
que el pincel guïando fue;
los grandes ojos veré,
en donde el numen centella,
que fijos tuviste en ella;
y de la virgen al lado,
ángel al grupo aumentado,
veré tu figura bella.
(1865)