YA viene la estación de los amores,
Ya las escarchas del invierno crudo,
Del sol á los ardientes resplandores,
En vaporosas formas se levantan
É invaden la región del firmamento.
Huye y reposa proceloso viento
Y repliega las alas que agitaron
Las hojas del vergel, la rosa, el lirio,
Cesa ya, cesa, genio airado,
De arrasar con tu impulso seco y rudo
Los campos donde ayer fueron las flores
Á engalanar el valle y la pradera
Sitios ¡ay! de mis férvidos amores.
Cesa, cesa, aquilón, tiende tu vuelo
Allá de las montañas socavadas
Á las hondas cavernas.
Huye y transpón la gigantesca cumbre,
No toquen ya tu alas
Del fresco valle las nacientes galas,
Huye velóz hacia otros horizontes,
Deja en tu curso atrás los altos montes,
Y allá sobre las aguas del Oceano
Depón tu saña y tu furor potente;
Allá sobre sus olas verdinegras
Estrella ¡oh viento! la cansada frente;
Reposa allí, y si luchar quisieres,
No la apacible flor ni el tallo débil
De lozanos arbustos ni avecillas,
Ó frágiles aristas á tu brío
Resistirán, sinó robustas olas
Que á tu empuje bravío
Oponen con furor eternamente
Para doblar tus destructoras alas
Su movediza y espumosa frente.
Huye, feroz viajero,
Que destruyendo todo en tu camino
En el vergel despojarás las flores,
Al pobre y manso río
Sacarás de su cauce, y en el llano
Levantarás el pardo remolino.
Cese ya tu furor, venga la brisa
Á prodigar en vez de tus rugidos
Su hechicera, su lánguida sonrisa;
Venga como la amante cariñosa
Á besar el capullo de la rosa,
Á rizar mansamente las espumas
Del lago de cristal, del arroyuelo,
Y acaricie en su vuelo de las aves
Las delicadas plumas;
Que al sentir su influencia bienhechora
Prodigarán en la rosada aurora
Notas sonoras, argentinas, suaves
Venga el dulce favonio
Á mecerse en las hojas
Y á aliviar con su plácido murmullo
De ave amante las férvidas congojas;
Venga el céfiro errante
Que adoran las pintadas mariposas;
Venga apacible, amante,
Á desplegar el cáliz de las rosas;
Venga á esparcir la aroma
Del nardo y del jazmín y de otras flores
De lindas formas y colores varios
Que son en las campiñas deliciosas
Del favonio y del céfiro incensarios.
Ávido absorbe los aromas puros
De tanto cáliz por tu vida abierto,
Y llévalos al sitio apetecido
Donde cantando está mi bien querido,
Y esa tu voz de sin igual dulzura,
Ese murmullo que tu sér produce,
Que, misteriosos ecos levantando,
Está el tranquilo oído
Sin cesar halagando,
Formen en torno de la amada mía
De delicioso amor blanda armonía.