La guitarra

Porque en las partituras de su garganta
ella orquesta la risa con el lamento,
porque encierra una musa que todo canta,
es la polifonista del sentimiento.

Por la prima aflautada vuelan las aves
de las notas chispeantes y juguetonas,
y, poblando el ambiente de voces graves,
braman las roncas iras en las bordonas.

Arco de mil envíos. Carcaj de ameres,
hacen sus flechas raudas líricas presas,
así como, en la pauta de los rencores,
suele rugir el pueblo sus marsellesas.

Ella lauda en su solfa los caballeros
del valor o del arte, y aun hay un gajo
de laurel para todos los cancioneros
de la fértil Provenza del barrio bajo.

Por eso elogia siempre los más sensibles
finos ensueños, como también halaga
las audaces pasiones irresistibles
de los fieros Tenorios de poncho y daga.

La luz de un viejo idilio, como aureola
que ciñe su cordaje, quizás le llega
desde el fondo de un rancho: que aunque española,
conoció el amor gaucho de Santos Vega.

Bajo el alero en ruinas, contando duras
malas correspondencias a sus deseos,
con la magia vibrante de sus ternuras
cautivan a las mozas criollos Orfeos.

Ella inspira en el baile las alabanzas
de floridos requiebros y relaciones,
o las citas fugaces en las mudanzas
de los tristes cielitos y pericones.

O, a los lentos acordes provocativos,
en su seno se agitan las habaneras,
que, libertando locos besos cautivos,
se desmayan sensuales en las caderas.

Órganos y clarines, sus voces finas
suenan, cuando en el rojo de sus vergeles
florece la amargura de las espinas
y sangra la epopeya de los laureles.

A sus cordiales sones apasionados,
en las noches alegres de serenatas;
envían los galanes desconsolados
sus doloridas quejas a las ingratas...

Por sus historias pasan, como un gemido
que presagiase largos fatales duelos,
las románticas cuitas del pecho herido,
o las rojas venganzas de los Ótelos.

Cuando la pulsan toscas manos brutales,
ella tiene temores de sensitiva,
como bajo opresiones espirituales
insinúa caprichos de novia esquiva.

—Melodiosos mensajes de las constancias-
se mecen las memorias en sus cadencias,
y desde el infinito de las distancias
vienen los «no me olvides» a las ausencias.

Ofrenda generosa de un dulce instante
que llenase la caja de ritmos ledos,
en las cuerdas sonoras puso una amante
el beso, que, aun borrado, quema los dedos.

Calandrias fugitivas que van pasando,
de tiempos de leyenda vivo trasunto,
por ella todavía cruzan vagando
los derroches de ingenio del contrapunto.

Modulando responsos conmovedores,
en la exaltación honda de su noble estro,
dice las odiseas de payadores
que murieron cantando como el Maestro.

En las manos del majo su gracia encela
el alma de las chulas — sangre bravia —
y, en su carmen de amores, vino y canela,
revientan los claveles de Andalucía!

Castañuelas, jaleos, ricos mantones,
manólas, bizarrías, rosas bordadas...
¡Se perfuman las sedas de sus canciones
en el patio de aromas de las Granadas!

Corona los aplausos que le merecen
las ágiles hazañas de los toreros,
o sobre algún sombrío cuento aparecen
evocadas visiones de bandoleros.

Vive en los Escoriales de los blasones,
o en las Trianas flamencas de las Sevillas,
¡y ya es una marquesa de áureos salones,
ya la pobre muchacha de las bohardillas!

Por eso, luce orgullos de aristocracia
en la altivez de regios rasos triunfales,
como también se llena de humilde gracia
en la coquetería de los percales.

A sus cálidos ritmos, de suaves tonos,
en su hamaca de nervios y fantasía,
mecen provocadoras sus abandonos
las seis líricas damas de la Harmonía.

Es la polifonista del sentimiento;
es la de los dolores y los placeres:
¡la que orquesta la risa con el lamento,
la que canta aleluyas y misereres!

Collection: 
1903

More from Poet

  • Las rosas del balcón eran celosas
    novias bajo el agravio de la fina
    ironía falaz de una vecina
    que se ponía a reír de ciertas cosas.

    Tu perdón desdeñoso fué a las rosas
    y tus labios a mí. La muselina
    de la suave penumbra vespertina
    te envolvió en no...

  • Ya sobre los hastíos de tus meditaciones,
    como en fugas radiantes escucharás canciones
    de músicas heráldicas, de las músicas locas
    que enardecen las ansias y enrojecen las bocas

    en besos fecundantes, cual rocíos de mieles
    que hasta en el yermo hicieron florecer los...

  • Y pasas, y no sola, presintiendo dorados
    orientes, los propicios a los enamorados,
    como una novia enferma que evoca espirituales
    promesas en las largas noches sentimentales;

    o esperas al amado, sonriente, como algunas
    heroínas que aguardan al amor de las lunas...

  • Como las extraordinarias
    pero irreales doncellas
    que vieron en las estrellas
    las hostias imaginarias
    de sus noches visionarias,
    así tus blancas patenas
    quedarán tan sólo llenas
    de tu gesto de mujer,
    porque hoy no podría hacer
    de segador de...

  • Ya la tarde libra el combate postrero,
    en las flechas de oro que lanza el ocaso,
    y se va — como un príncipe, caballero
    en el rojo corcel del Ocaso. —

    Se ahonda el misterio de las lejanías,
    misterio sombreado de tinte mortuorio,
    y el barrio se puebla de las...