NIÑA de la ebúrnea tez
Y de los rasgados ojos:
De tus hechos esta vez
Voy á ser el recto juez
Si no he de causarte enojos.
Mas te miro triste y muda
Como si la pena aguda
Te rasgara el corazón,
¡Ay niña! no cabe duda
Que adivino la razón.
Ayer gozaste, y fugaz
En el voluptuoso wals,
Te deslizaste galana
De la música al compás
Como sílfide liviana.
Ayer en vivos placeres
Y en delicias sin segundo,
En medio de mil mujeres.
Olvidabas tus deberes
Á los halagos del mundo.
Ayer bulliciosa y loca.
Entre arlequines y godos.
Con inconstancia no poca.
Las palabras de tu boca
Eran dulces para todos.
Ayer como la onda inquieta
Que se despeña en la altura,
Encubriendo tu hermosura
Con inflexible careta,
Te lanzaste á tu ventura,
Y á merced del antifaz,
Y del amor á merced,
Con el lujoso disfraz,
Tendiste á muchos, falaz
Y fementida, una red.
Tu mente en nada repara
Y al corazón obrar dejas:
¡Ay triste del que te amara,
Que no te importan sus quejas
Si no te ha de ver la cara!
Y vendes halago tierno
Al que está mintiendo amores,
Y dejas en un infierno
Al que con amor eterno
Tu senda regó de flores.
Inconstante, veleidosa,
Cual pintada mariposa
Eras reina del jardín...
¡Ay niña, terrible cosa
Es que todo tenga fin!
¿Por qué te miro doliente
Sin tu mágica sonrisa,
É inclinas mústia la frente,
Donde ostentas tristemente
Solo una cruz de ceniza?
¿Por qué tu rostro mancharon
Con esa señal bendita?
¿Por qué ¡oh flor! te marchitaron
Y de pronto te arrancaron
Felicidad infinita?
¿Por qué decirte, inhumanos,
Que polvo has de ser, hermosa,
Y que todos tus hermanos
Han de ser, cual tú, en la fosa,
El pasto de los gusanos?
¡Ah! ya mi mente adivina
Que el recuerdo te fascina
Del pasado carnaval,
Y que á tu pesar te inclina
Una costumbre fatal.
Ves el terrible contraste
De tu ayer y tu presente,
Conoces que un bien dejaste
Y que tus goces pagaste
Con una cruz en la frente.
En tu frente, sí, tan pura,
Rebosando de ventura
Y de plácido embeleso...
Una cruz... ¡mudanza dura!
Donde recibiste un beso...
¡Terrible, funesta suerte
La del mísero mortal;
Yacer exánime, inerte,
Al soplo de dura muerte
Dentro la urna funeral!
Tienes razón, niña hermosa,
En estar mústia y doliente,
Porque sabes que en la fosa
Tu existencia deliciosa
Ha de acabar tristemente.
Y los recuerdos de ayer,
De placeres y de amores...
Todos vienen á verter
En tu alma ¡pobre mujer!
El germen de los dolores.
Los acentos melodiosos
De la magnífica orquesta.
Los máscaras bulliciosos
Que se pierden presurosos
En el centro de la fiesta.
Y tantas figuras raras,
Y tantas distintas caras,
Y tan distintos matices,
Y tantas almas avaras
De placeres ¡infelices!
A esa loca ebullición
De la alegre multitud,
¿No te viene la intención
De hacer la comparación
Con la paz del ataúd?
¿No piensas que esos que gritan,
Y que apuran la ventura
Y en la ventura se agitan,
Míseros, se precipitan
A la horrible sepultura?
¿Sabes que todos caminan
Por una senda de flores,
Que con la luz se fascinan
Cual insectos voladores
Que la muerte no adivinan?
¡Pobre niña! que en tu daño
Trabaja el mundo inclemente;
Ayer reías inocente
Sin preveer que un desengaño
Te agobiara torpemente!
Esa es de la triste vida
La carrera halagadora:
Donde hoy el placer anida,
Mañana es triste guarida
De pena devoradora.
¿No sabes que muere todo,
Que no hay duradera gloria,
Que de uno ó que de otro modo
Cuanto existe será lodo
En la vida transitoria?...
¡Triste don es el vivir,
Niña de los negros ojos,
Mirar flores, sonreír,
Y luego ¡ay triste! sentir
Que nuestra senda es de abrojos!
¡Oh qué terrible es pensar
En el insondable mar
Donde el hombre desparece!
Porque todo ha de acabar,
Cuanto nace y cuanto crece.
¡Ay, niña! juntos lloremos
Nuestra desgracia inclemente,
Y no nos olvidaremos
De que de vivir tenemos
Con la ceniza en la frente.