Con despojos de la selva
Cubrió otoño la campiña;
Perdió el bosque su misterio,
Ruiseñores ya no trinan.
Y un mancebo moribundo,
Lento el pie, vagar se mira
Recorriendo la floresta
Otro tiempo tan querida.
"¡Adiós, dice, bosque amado!
En tu duelo mi ruina
Voy leyendo, y cada hoja
Al caer, mi fin avisa.
"Tal me anuncia de Epidauro
Triste oráculo: Tu vista
Otra vez, y vez postrera,
Gozará la pompa umbría
"De los árboles. La noche
Pavorosa se aproxima;
Más que otoño macilento,
A la tumba el cuerpo inclinas;
"Y la hierba de los campos,
Y la vid de la colina,
Verán, antes que se agosten,
Tu temprana edad marchita.—
"¡Yo me muero! Helado soplo
He sentido. Mi florida
Primavera asoma, y huye,
Y el invierno llega aprisa.
"Breves flores me adornaron,
Arbolillo fuí de un día,
Y entre lánguidos verdores
Ningún fruto dio mi vida.
"¡Vuela, pues, á tu destino,
Hoja efímera; y no aflija
Las miradas de una madre
La mansión que me reciba!"
Dice, y vase, y para siempre;
Que sus hados ya adivina
La postrera débil hoja
De las ramas desprendida.
Sepultáronle á la sombra,
A la sombra de una encina:
Solitaria está su tumba,
Madre amante la visita;
E interrumpe con sus pasos
El pastor, si allá los guía,
El silencio de aquel valle
Donde el túmulo domina.