1 Viniéronse a juntar Dafne y Dametas, pastor de cabras uno, otro vaquero, mientras las unas pacen inquietas y las otras el sol huyen severo, cuales por las roturas más secretas y cuales, al soplar cierzo ligero, por las amenas sombras distraídas, con paz gozadas, con piedad movidas. 2 Era robusto, sí, Dafne, y mancebo, al ejercicio duro entonces dado. Dametas mozo, pero no tan nuevo en el oficio de guardar ganado. Rigen cayados de taray y acebo, y cada cual sombrero coronado de acebuche y laurel, y al cabo dellos, zurrones pardos sobre blancos cuellos. 3 La floja ociosidad, y el grave estío, de la pesada siesta entonces grave, el susurrar del Céfiro y el rio, fresca la sombra, querellosa el ave, la vacada extendida y el cabrio aún no cansado del pacer süave, en Dafne ocasionaron voz dispuesta, y en Dametas después voz y respuesta. DAFNE 4 "¿No ves, oh Polifemo, como tira la blanca Galatea a tu ganado con muestras de retozo, no de ira, manzanas libres desde el mar salado? Vuelve, gigante, pues, el rostro y mira con cuánta desnudez, con cuánto agrado del pecho de coral perlas derrama y con su boca de cristal te llama. 5 Llárnate duro y amador grosero; y tú, cantando al son de tu cicuta, mísero no la ves; antes austero huyes el cuerpo a la tirada fruta. Sólo tu mastinillo lisonjero la sigue juguetón, que se reputa por digno del favor de Galatea, y ella se lanza al mar, y ella rastrea. 6 Pero ya desde allá vuelve lozana, Como el acanto en medio del estío, cuando las verdes hojas engalana, cuando al fin de arrebol purpura el brío. Ella, pues, bien quisiera serte humana sin darte a ConoCer su desvarío. Que en las cosas de amor siempre acontece que lo que no es hermoSo lo parece. 7 Respetos vence y honras destituye sólo por conmover tu pecho duro, y si otras veces tus halagos huye, hoy les promete paces de seguro. Postra pues esta vez, postra y destruye las altiveces de su enhiesto muro, que Amor al que se atreve da saetas." Pero escuchad al bárbaro en Dametas. DAMETAS 8 "Vila, no hay duda, vila, cabrerizo, sí, por el Pan que rige mi manada, desde el instante que en mis cabras hizo tiro burlón con fruta colorada, y aunque su desnudez me satisfizo, no por eso de mi será obligada. Que la miré no hay duda, y con deseo, sí, por el reluciente con que veo 9 sol de mi frente, que será en mis días luz a mis pasos, lumbre a mi camino, si ya no son verdad las profecías del mísero Telemo el adivino, que plegue al cielo que en sus canas frías se vengue alodio del infausto sino, y desmintiendo el juicio de Telemo, ciegue a sus hijos, deje a Polifemo. 10 Soy, si me adviertes, cuerdo enamorado, y en extremo sagaz, pues, porque sea de su loca pasión más estimado, desdén hago al amor de Galatea; celos la doy, y finjo que el agrado de Cénife me abrasa y espolea; celebro su hermosura, y ella entonces pierde el color y queda cual los bronces. 11 Otras veces rabiosa con los celos sale del hondo mar, como la loba que va desalentada a sus hijuelos en busca del villano que los roba. Luego mis hatos escudriña, ve los negros rincones de mi parda alcoba; y yo por más encarecer su yerro hago al descuido que la ladre el perro. 12 Ella con esto se halla tan rendida de la tierna pasión que Venus labra, que ya esté vergonzosa, ya corrida, agora cele, agora se desabra, siempre busca mi amor de amor herida, como el cabrito el paso de la cabra, cuando en el monte con furor violento oye la rama sacudida al viento. 13 Verás que ya el regalo, ya el mensaje, me envía cuidadosa, a quien yo luego cierro las puertas, dándole hospedaje, si no a su amor, a la afición que niego. Otras veces al fin digo a su paje que, si pretende mejorar su fuego, jure de darme por Neptuno y Doris fin a mis gustos, gusto a mis amores, 14 y que en la siempre verde cabellera désta que miras vega caudalosa me mulla lecho conyugal siquiera, pues hijo soy de dios, si ella es diosa. Con esto parte el nuncio y se aligera, aunque cual virgen la halla vergonzosa. Rayo que Venus despeñó en mi seno, bien sé que en ella sembrará veneno. 15 No soy tan fiero, no soy tan deforme como dicen de mí los que me afean, antes al buen dictamen soy conforme, si las aguas del mar no lisonjean, donde una siesta, cuando más enorme el sol las dora y ellas lo platean, pude mirarme bien, porque su espejo, del rostro que me hurtó, sacó un reflejo. 16 Vime robusto en él, no femenino, aunque robusto, por extremo hermoso, erguido como el álamo y el pino, y más que el ciervo corredor, brIoso, pero del suelto, que a mis manos vino, con que ayer era Céfiro ganchoso, la de Zeusipo malcasada nuera, gozó una espalda y la cabeza entera. 17 Vime este sol también, que es por Apolo igual al que de luz nace en Oriente; solo le tengo, porque aquél es solo, y esto conviene al cielo de mi frente. No peino crin, no cejas alcoholo, pero de barba y crin hago un torrente, que desgajado por espalda y pecho con ser inmenso mar les vengo estrecho. 18 El blanco diente, que alimenta y cría el elefante asiático y tardío, negro parece más que noche umbría, si llega a compararse con el mío; y porque de Cotítaris sabía una lición, que tengo a desvarío, al mirarme tan plácido y sereno luego tres veces me escupí en el seno." 19 Esto apenas cantó Dametas, cuando Dafne besó su faz, y él a su beso respondió con abrazos, engendrando amor en ellos, amoroso exceso; y cual su flauta a cítara trocando poco a poco se van del monte espeso, con su vacada el uno al fresco río, y el otro a su redil con su cabrío.
Idilio 3
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