Idilio 1

1 Perezosa estación de siesta grave, y más que siesta pluma no ocupada, que la batió otro tiempo vulgar ave, y agora mano apenas divulgada, me ocasionaron la que veis süave égloga culta, bien que desgraciada, generoso Señor, si en vuestro gremio no resucita su esperanza el premio. 2 No de aquel hablo que acredita el oro con faz dolosa y pálida apariencia, apóstata del crédito y decoro, contra quien pasma la mayor prudencia, (que aunque rico no soy, mi techo adoro) sino de aquel que luce en Vuecelencia apacible escuchar, que si me escucha el premio es grande y la merced es mucha. 3 Fértil terreno ofrezco, cultivado del mejor labrador que aró terreno, en cuya protección también ganado amenidad pació de prado ameno. Éste pues arrastró mi corvo arado, haciendo proprio, que redima ajeno, con idioma vulgar en este Idilio la gravedad latina de Virgilio. 4 Sileno os hablará, Señor, oílde, pues merece atención su dulce boca, que aunque es sujeto para vos humilde, para las selvas es deidad no poca. Si se humillare a vos, a vos subilde, heroico sois y la grandeza os toca. Que quien favonias penetró paredes igual estilo usó con Ganimedes. 5 Alas le ha dado el pensamiento, y galas de florida estación prado florido, que para entrar a generosas salas va pronto, y va (aunque rústico) vestido. Doseles pues de hoy más cubran sus salas y bastidores borden su vestido, si es que merecen ocuparos horas, éstas que me dictó rimas sonoras. 6 Hace sombra a una cueva, cuando el día tuesta las crines del león Nemeo, una arboleda, que por serle pía flechas resiste del calor febeo, de quien la luz cansada se desvía, mientras el aire bulle con aseo, florida estancia, que al pastor de Anfriso se la defienden Dafne y Cipariso. 7 Casi arrobado del nativo anhelo que el pecho inunda, con süave olvido Sileno yace aquí prestando al suelo lo que le debe al alma, no al sentido. De un mirto hizo almohada, cuyo vuelo era a sus hombros pabellón florido, ya malignantes Argos impedía ver lo que en vano el suefio distraía. 8 Cuya quietud dispuso, no afectada vigilia, no descanso interrumpido, sino despierta sed bien almorzada del olio a Baco en urnas ofrecido, que negociando en él vista cargada, ancho sosiego y general descuido, grillos le echó con extasi halagüeño: que no hay un paso desde el vino al sueñl 9 No allí la amarillez de la vIola con delicada pluma se ve escrita; que el requemado humor con fuerza sola más arrebola que colores quita. Su faz retrato es ya de la amapola, sus venas del color que el cielo imita; y minas fueran de oriental tesoro si como son de vino fueran de oro. 10 Descomedida la pasión süave guirnaldas puras le robó insolente, que porque el verde suelo las recabe se atrevió a las almenas de su frente. Luego el letargo allí volvió la llave, y le cerró los ojos mansamente: que contra bandoleros cuidados tales excesos suelen ser candados. 11 De la asa, que alisó larga costumbre, el cántaro colgaba, que ofrecía entre líquido humor secreta lumbre, que vuelve en brasa la región más fría, centella, que a la más excelsa cumbre no perdonó jamás, cuya osadía del mismo Baco se atrevió a la frente, antes de hollar los áspides de oriente. 12 Viéronle apenas Cromis y Mnasilo, tiernos rapaces, bien que muy dotados de atrevida niñez, cuyo jubilo efectos hoy dará desmesurados; porque ejerciendo püeril estilo, a donde el viejo está con pies alados corren ligeros; que ocasiones tales sirven de espuela para muchos males. 13 y con las mismas trenzas que antes eran adorno de su sien, con las robadas, sus manos y sus pies ligan y alteran las que el sueiio le echó, las ya alteradas. Él despertó; más ellos perseveran; que anima sus acciones libertadas ver que los ha burlado el viejo grave con la esperanza de un cantar süave. 14 De la esmeralda en ovas sustenida, que campo de cristal es de Neptuno, si no lo es de esmeralda, en quien guarida halló a sus odios vengativa Juno, Egle, muchacha de niñez florida, y del golfo, mayor que otro ninguno, epílogo en beldad, con quien es fea la más que cisne blanca, Galatea, 15 Salió volando, y al brindado empleo, juglar cuanto agradable, alzó la mano, no perdonando allí del semideo con liquidada mora al rostro anciano, antes lo remostó con tanto aseo, que solamente del cabello cano el ampo reservó, porque con esto se hiciese más ridículo el compuesto. 16 Todo esto mira el semicabra, cuando a los muchachos dos dice riendo: "Nifios ¿por qué me atáis así burlando? ¿no es harto haber podido estarme viendo? Soltad me, pues, y oíd, que en acabando, ésa tendrá su paga. y requiriendo las dulces cuerdas de un rabel sonoro, al aire de cristal dio voces de oro. 17 Entonces vieras tú Faunos y Drías retozar de placer; entonces vieras las cumbres de los árboles umbrías moverse al dulce cántico ligeras, ya las peñas más sordas y más frías con mayor atención; solo a las fieras no vieras revolverse, que la grave canción fue de sus pies pasmo süave. 18 No se alegró jamás tanto la cumbre del monte de las Musas, ilustrado de Apolo con su cítara y su lumbre, ni el Ísmaro, de Orfeo celebrado, ni menos la tebana pesadumbre a la voz de Anfión, ni el congelado Istro, que atento escucha en su ribera del blanco cisne la razón postrera, 19 porque cantaba regalado y pío de cómo el mar y tierra, el aire y fuego, se separaron de aquel gran vacío, entonces nada, y se juntaron luego, teniendo paces el calor y el frío, y lo seco y lo húmedo sosiego, y dando al fin principio a cuantas cosas cria el mundo, así feas como hermosas. 20 Cómo se endureció luego decía la masa de que el orbe se compuso, y limitada Doris distraía por hondos senos su cristal difuso, y cómo poco a poco se imponía su forma a cada cosa, y al confuso caos espanto dio la vez primera dorado el sol con rubia cabellera. 21 Del primero llover, que siempre cae de levantadas nubes sacudidas por viento volador que las distrae, también cantaba en voces no aprendidas, sonoro imán que espíritus atrae. Luego refiere cómo las erguidas selvas se levantaron, y por ellas fieras vagaron de veloces huellas. 22 También su voz allí dictó a los vientos la guerra de los bárbaros Titanes, que en el sol asignaron sus asientos, y en el cielo arbolaron tafetanes hasta que defraudados sus intentos Júpiter alto los mudó en volcanes, y al Etna de Sicilia que los sufre dio en vez de llanto lágrimas de azufre. 23 De las piedras por Pirra atrás echadas, que edad dorada fue, siglo a Saturno, en quien jamás espléndidas espadas, ni calzado de horror se vio coturno; luego de aquellas aves dice airadas, que ya en tiempo dial y ya en nocturno el pecho escarban de Prometeo; y luego canta del mismo cómo roba el fuego. 24 También refiere del muchacho Hilas la malograda historia, cómo y cuándo arrebatado fue de aguas tranquilas, y llorado de un Hércules; sonando Hilas el monte, el Argonauta Hilas. y el caso de Pasife harto nefando: jdichosa si jamás hubiera habido toros que distrayeran su sentido! 25 ¡Ay, desdichada, sí, virgen Cretea! ¿qué ilusión te engañó? pues las de Preto, aunque fingida imagen las saltea, no así amaron el coito indiscreto. Tú sola en él abominable y fea permaneciste; tú por dulce objeto piel remendada y cuernos abrazaste, y por cuernos y piel selvas erraste. 26 ¡Ay dios, cuán fugitiva al propio lecho bramido sigues que alentó desvío de empedernida vaca en su despecho, vaca que celos da a tu desvarío! y él a la sombra, recostado el pecho, descuidado de ti, pace el umbrío lugar inculto y tIa perezoso de álamo débil cuerpo belicoso. 27 Ninfas que fecundáis montes dicteos, cerrad, cerrad las sendas, no distraya rastro de temerilla sus deseos, tras cuya juventud furioso vaya, ni en florida estación juncos Hibleos diviertan su apetito, ni le atraya legítima ocasión, porque no rife rabiosa en celos de otro amor Pasife. 28 Luego tras ésta, el dios de aquella canta que, siendo en la carrera asaz valiente, al ver oro lucir pasmó la planta, debiendo ella pasmar a lo luciente; y entre lanuda tez (cosa que espanta) las hennanas del joven imprudente, que al padre despojó de su luz propia y de candor las vírgines de Etiopia. 29 Severa al padre, al enemigo pía, y de un desdén llevada, al mar se entrega la que por darse a nueva tiranía, vieja cerviz y pelo fatal siega. "Scila tú fuiste aquella" -el dios decía- "y la que, opuesta a la venganza griega, tal vez echaste al mar de sus reliquias con muslo ladrador naves duliquias. 30 y agora, en ese Bósforo sentada, mejilla ostentas purpurada en rosa, que al mercadante es píldora dorada, si llega al tacto de tu cinta, odiosa, cuya pretina siempre es tachonada de perros ladradores, que a la undosa región le han dado más abeto y pino, que a la segur villana el Apenino. 31 No las Sirenes tan malignas fueron a la sabrosa paz del navegante, cuyas fletadas gúmenas le hicieron por alta espuma peregrino errante; ni los gemidos falsos que encendieron la caridad del pobre caminante, contra cuya cerviz se armó de estilo y de asechanzas el caimán del Nilo. 32 ¡Ay del avaro nauta que traciende por mar enhiesto circuladas olas, si a vista desta pérfida las hiende, contra quien ya no bastan fuerzas solas!' Dijo, y calló; más luego se suspende cantando de las cumbres españolas el precioso metal, cuyo deseo naves de Tiro trujo al Pirineo. 33 Ni a ti quiso callar, faisán, que fuiste vianda inocente al padre, ya la tía venganza tragediosa, pues moriste para la mesa del señor tardía. Ni a ti, que por celosa padeciste de tus hados la última agonía, Procris, al tiempo que el süave esposo batió las plumas del arpón brioso. 34 Luego celebra una sumaria idea de lo que es más sutil, de lo más bello, por cuya perfección almas grangea, el que tiene las almas de un cabello. No entonces bullicioso el aire ondea verdosas crines sobre pardo cuello en el robredo rústico, ni deja que le publique el Alción su queja: 35 Antes rémora fue, si ya no es freno, al sonoro reír del cristalino arroyo inquietador, que en verde seno guarda raíces de coral bien fino, porque mostró de suavidad Sileno la suma perfección, cisne divino, que, como al de Salinas canta ahora, aguas suspende y vientos enamora. 36 Oh generoso, si joven, discreto, y sobre quien el Sollauros deshoja, imaginado por loable objeto pues te deja tratar su frente roja, el pindio agricultor con blando efeto te inspira suavidad, y su congoja te labra campos fértiles, de modo que eres sefior de su semilla y todo, 37 ¿qué pudo pues el de Meonia cuando dictó oficioso la venganza griega, o el mancebo de Tracia que sonando lira inferior al Ténaro se llega? ¿qué pudo el viejo Ascreo, que volando por los celestes piélagos navega, o el Mantüano espíritu, que ocioso cantó las armas y el varón piadoso? 38 Plectro tebano que aplacó la ira del juvenil furor, cuyo segundo aún no lo ha fomentado la mentira, por no tener capacidad el mundo, de hoy más sin duda sonará en tu lira y en grave estilo meditar profundo, que a las orejas del mayor Zorlo haga jueces de su grave estilo. 39 Gózate dulce al padre, al mundo pío, y del ciervo seglar los años veas, sonoro a la región, donde el rocío perlas recama en alas cefireas. Gózate pío al padre, dulce al río, mientras, cisne de amor, almas recreas, y sea de tu voz tal el sonido, como de tu prosapia el apellido. 40 Estas cosas cantó, que un tiempo Apolo las meditó sagaz, y agora el río con boca de cristal las parla solo al lauro y al ciprés. El sol tardío ya entonces caminaba al otro polo, ya su redil las vacas y el cabrío. La cama al leñador mucho le aplace, y el día a su pesar noche se hace.

Collection: 
1609

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