Hermosa y sana, en el pasado estío,
murmuraba en mi oído, sin espanto:
"Yo quisiera morirme, amado mío;
más que el mundo me gusta el camposanto".
Y de fiebre voraz bajo el imperio,
moribunda ayer tarde, me decía:
"No me dejes llevar al cementerio...
Yo no quiero morirme todavía..."
¡Oh, Señor... y qué frágiles nacimos!
¡Y qué variables somos y seremos!
¡Si la tumba está lejos... la pedimos!
¡Pero si cerca está...no la queremos!