Goces de amor

¡QUÉ grato es en la noche sosegada
Al fulgor de la lámpara del cielo,
Tender al horizonte la mirada
Y dilatarla en el zafíreo velo!
¡Cuánta ilusión al ánima inspirada
Inunda de dulcísimo consuelo,
Cuántos goces de amor en esa hora
Puede cantar la cítara sonora!

Ese tranquilo luminar que lanza
A raudales su luz esplendorosa,

Esa fúlgida lámpara que avanza
Al encumbrado zénit magestuosa,
Que abandona perdido en lontananza
Su vaporoso lecho desdeñosa,
Envía la inspiración al alma inquieta,
Es la fuente del férvido poeta.

Paso! flotantes nubes; la viajera
Reina y señora del azul espacio,
El solo luminar que en él impera,
Orgulloso en su cóncavo palacio,
Lance su luz sobre la tierra entera
Más bella que el diamante y el topacio.
Volad, nubes hacia los horizontes
Y ocultaos silenciosas tras los montes.

Y vosotras magníficas estrellas
Que cintilais cual vívidos diamantes,
Cual las pupilas de la virgen bellas,
Cual de Dios la mirada rutilantes,
Innumerables vívidas centellas
Que suspensas quedásteis y distantes
Cuando plugo al Señor formar un mundo
Del seno oscuro del caos profundo.

Mandadme vuestros vivos resplandores,
Prismas brillantes de la etérea cumbre,
Que adivine mi vista los colores
Con que os reviste misteriosa lumbre.
Para explicar la luz de mis amores
A vosotras mi espíritu se encumbre;
Para pintar lo que mi pecho encierra
No hay colores ni luz sobre la tierra.

¿Qué idioma de ternura y melodía
Fuera bastante á descifrar al mundo
El encendido amor del alma mía,
Rico venero, manantial fecundo
De pureza, de férvida poesía,
De amor inmenso, espiritual, profundo;
¡Oh! si el harpa del angel yo tuviera,
Música del edén mi canto fuera!

¡Ay triste! ¿por qué plugo á mi destino
Negar la voz del angel á mi lira,
Cuando dióle el Señor al peregrino
Un corazón ardiente que suspira.
Un corazón que busca en su camino
Como la abeja que entre flores gira,

El bello ideal, la incógnita belleza,
Cándida flor de sin igual pureza!

Que esa buscada flor, esa alma pura,
Lleva entre todas de virtud la palma,
Estrella que vivífica fulgura,
La sola compañera de mi alma,
Ella derrama por doquier ventura
Y en éxtasis magníficos la calma,
Ella enciende mi mente de ilusiones,
Cuandó doy á los vientos mis canciones.

Por ella pido su murmullo al río
Y á las brisas sonoras su concento,
Su imponente quietud al bosque umbrío,
Y á la tórtola tierna su lamento;
Por ella ardiendo dentro el pecho mío
Se mantiene tan puro sentimiento,
Y en medio á la feraz naturaleza
Canto el amor de la gentil belleza.

¡Ojalá que mi lira abandonada,
Cubierta con crespones de duelo,
Á la grata influencia delicada

Del angel puro que encontró mi anhelo,
En deliciosa cántiga inspirada
Entone cual querub, allá en el cielo,
Blandos acordes que al oído alhaguen,
Trovas divinas que de amor embriaguen.

Si abriga el corazón tanta ventura
¿Por qué se niega á revelar la mente
La magia dulce de pasión tan pura
Como el aroma de la flor naciente,
Como del cisne la sin par blancura
Que se retrata en la serena fuente....
Prestadme, ¡oh del empíreo moradores!
Vuestro acento de místicos cantores.

Collection: 
1850

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