Glosa

Razón que imperas en mí
¿porqué habré de mentir yo,
diciendo impasible no,
cuando el alma dice sí?

Al mirar tus bellos ojos
siento nacer la alegría,
porque truecan, vida mía,
en encanto, los enojos.
Al mirar tus labios rojos
donde el amor se atesora
mi pecho esclavo te adora,
y huyendo del frenesí
tengo que exclamar, señora,
«razón que imperas en mí».

Si observas en mi semblante
el delirio que me inspiras,
si con deleite me miras
y en mi seno palpitante
percibes el dulce instante
que ocasionas a mi alma,
¡qué vale que finja calma!
si el fuego que me abrasó
obtiene triunfante palma,
¿porqué habré de mentir yo?

¡Oh! no esperes que negarlo
pueda el pecho enardecido,
no puede estar escondido
tan dulce afecto; callarlo
es penar y acrecentarlo:
que en vano ¡ay Dios! mentiría
si al preguntarme algún día
si mi pecho te adoró,
yo respondiese, alma mía,
diciendo impasible, NO.

Tanto valiera negar
que eres bella y atractiva,
que el alba se muestra esquiva
si ve tus ojos brillar;
tanto valiera expresar
que el que llegó a contemplarte,
logró vivir y olvidarte,
alcance vivir sin ti,
si yo dijera NO amarte
cuando el alma dice SÍ.

Collection: 
1846

More from Poet

Ante la puerta dorada
de Doña Inés, gran señora
que pasa risueña vida
entre primores y joyas,
un andrajoso mendigo
con faz de hambriento llorosa,
llamó pidiendo por Dios
una mísera limosna.
Asomose a los balcones
que sus paredes decoran...

¡Oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!
Si la mañana hermosa
con su rosado velo,
con plácida armonía
me saluda al subir al alto cielo,
por mi amante deliro
y saluda a la aurora mi suspiro.

Si la tarde apacible
con su franjado cielo bonancible...

Tus ojos me miraron
y en bello oriente,
un astro me mostraron
resplandeciente.
Pagó tu labio bello
mi amor sumiso,
y el astro fue destello
del paraíso.
Más en vano encendiste
mi grato anhelo,
y a la tierra trajiste
la luz del...

¿Hacia dónde tu vuelo
diriges, ave triste?
¿Quizá, ay de ti, perdiste
la prenda de tu amor?
¿O acaso el árbol bello
donde guardaste el nido,
el hacha ha destruido
o el fuego abrasador?

Tu canto que allá un día
sonaba placentero,
su...

Hay unos ojos divinos
fuente de dicha y dolores,
el cielo les dio colores
y el Señor su bendición.

Dioles la luna su encanto,
la palabra su armonía,
el amor su simpatía,
su elocuencia el corazón.

Aunque tiranos me miren
si los vela ingrato...