I Ve, discreto mensajero, delante aquella figura valerosa por quien peno, por quien muero, flor de toda hermosura tan preciosa, y mira cuando llegares a su esmerada presencia que resplandece, doquiera que la hallares tú le hagas reverencia cual merece. II Llegarás con tal concierto, los ojos en el sentido resguardando, no te mate quien ha muerto un corazón y vencido bien amando; y después de saludada su valer, con afición tras quien sigo, de mi triste enamorada le harás la relación que te digo. III Dirasle que soy tornado con más penas que llevé cuando partí, todo siempre acompañado de aquella marcada fe que le di. Aquel vivo sentimiento me ha traído sin dudanza asegurado al puerto de salvamiento, do está la clara holganza de mi grado. IV Dirasle cómo he venido hecho mártir, padeciendo los deseos de su gesto tan cumplido, mis cuidados combatiendo sus arreos; no te olvides de contar las afligidas pasiones que sostengo sobre estas ondas de mar, do espero los galardones tras quien vengo. V Recuerde bien tu memoria de los trabajados días que he sufrido, por más merecer la gloria de las altas alegrías de Cupido; y plañendo y suspirando por mover a compasión su crudeza, le di que ando esperando bordado mi corazón de firmeza. VI Que no quiera ni consienta la perdición que será enemiga de mi vida, su sirvienta, en quien siempre hallará buena amiga; mas que tenga por mejor -pues con razón me querello- de guiarme, y si place al Dios de amor, a ella no pese de ello por salvarme. VII Y dirás la pena fuerte que de tu parte me guarda fatigando, y cuán cierta me es la muerte si mi remedio se tarda de su bando; dirasle mi mar amargo, mi congojoso dolor y mi pesar, y sepa que es grande cargo al que puede y es deudor. no pagar. VIII Dile que vivo sin ella, como las almas serenas, muy penado de pena mayor que aquella, de sus grillos y cadenas aferrado; y si no quiere valerme, pues yo no sé remediarme en tal modo, para nunca socorrerme, muy mejor será matarme ya del todo. IX Si vieres que te responde con amenazas de guerra, según sé, dile que te diga dónde su mandato me destierra, que allá iré; y si por suerte o ventura te mostrare que es contenta, cual no creo, suplica a su hermosura que a su servicio consienta mi deseo. X FIN Remediador de mis quejas, no te tardes, ven temprano, contemplando el peligro en que me dejas, con la candela en la mano ya penando; y pues sabes cómo espero tu vuelta para guarirme o condenarme, que no tardes te requiero de traer el mando firme de gozarme.
Estando ausente de su amiga a un mensajero que allá enviaba
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Mi saber no es para solo, dadme plazo hasta el martes, pues imos donde hay las artes que hablan, señor, del Polo. Mas de tal saber ayuno digo, sin acuerdo alguno, que debemos todos ir a vuestro mando cumplir señor, que no quede uno.
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Los males que son menores de amor, es mi opinión que más y mayores son de los que de él son mayores; y el Dios de los amadores no da favor ni destierra cuando son merecedores; mas do la virtud se encierra, la gracia cobra más tierra.
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