Enciende tu lámpara, alma mía,
que la noche ha llegado
pensativa y sombría,
y al borde de la vida se ha sentado.
Tiene el rostro cansado y ruinoso,
fue largo el sendero recorrido;
Sendero pavoroso
que dejara el corazón estremecido
La mirada enturbiada,
huellas crispantes en las manos...
es que dejó sembrada
la muerte, en millones de hermanos.
¡Cuántas vidas segadas en la tierra!
¡Cuánto horror en la vida!
¡El extraño temblor, cuando la guerra
se desata ululante, enfurecida!
Enciende tu lámpara, alma mía,
que la noche ha llegado
pensativa y sombría
y al borde de la vida sé ha sentado.