¡ESPLÉNDIDA mansión, recinto umbroso
De silencio y de paz augusto templo:
De tu imponente majestad ansioso,
Extático y absorto te contemplo!
Asiento ya mi planta en tus umbrales,
Ávido de gozar, negra caverna;
Y huyendo las visiones mundanales,
Medito solo en tu tíniebla eterna....
La mente se consagra enajenada
De tu esencia al misterio sorprendente;
Tu sublime quietud, tu calma helada
Imprimen el terror sobre mi frente.
Y mientras más te miro, de otros días
Se pierden los recuerdos halagüeños,
Y el torcedor de las desgracias mías,
Y el talismán de mis queridos sueños.
Que en esta soledad terrible y muda
Se sofoca la voz de las pasiones;
Del humano dolor saeta aguda
No puede herir aquí los corazones.
Esta es mansión de paz, donde no suenan
Del loco mundo aterradores gritos;
Los pensamientos que la mente llenan,
Son pensamientos del Señor, benditos.
El aire frío en el peñón no zumba,
Todo está quieto, solitario, inerte:
El funeral silencio de la tumba!...
La fatídica calma de la muerte!...
¡Cavidad espantosa, fiel remedo
Del caos, tu perdurable calma,
Con las torpes imágenes del miedo,
La fé, la religión infunde al alma!
Y vagando el inquieto pensamiento
Fugaz con la exaltada fantasía,
Creaciones mil se forja en el momento
Con que la mente loca desvaría.
En los pardos peñascos se levantan
Formas extrañas cual de blanca nieve,
Y son visiones que á la mente encantan
De sílfides la tropa que se mueve.
Ya en derribada piedra que semeja
Negro sepulcro, elévase liviana,
A la luz de las teas que se aleja,
La blanca imagen de figura humana.
Ya en gigantesca, suspendida roca
Que se destaca en la tiniebla oscura,
De horrible monstruo la entreabierta boca
El loco pensamiento se figura.
Ya en un rincón de la profunda grieta
Hay una forma que á la mente pasma;
Cual si estuviera á su pesar sujeta,
Se asoma á espiar blanquísima fantasma....
Y del suelo se elevan caprichosos
Grupos informes de luciente plata,
Que ya parecen túmulos hermosos,
O ya espumas de ráuda catarata.
Ya se eleva un ciprés magestuoso,
Ya un obelisco se divisa lejos;
Y á todo dan aspecto pavoroso
De antorchas mil los cárdenos reflejos.
¡Oh cuál se acerca en confusión liviana
Turba fugaz de misteriosos seres!
Y es una masa que en huír se afana,
Ya es el tropel de alígeras mujeres.
Ya con destreza que á la mente asombra,
Rápida como el vuelo de una idea,
Cruza una hada gentil entre la sombra,
Y luego en el espacio se cimbrea...
Este es el templo de los blandos sueños,
Que salen en las noches calorosas
A derramar narcóticos beleños
En el seno de vírgenes hermosas.
Este es el lugar de tétricas visiones
Con que delira el mísero poeta;
Con sus gigantes pálidos peñones,
Con su aura muda, perezosa, quieta...
¡Ay! al mirar la altísima techumbre,
Por mi mente cruzó terrible idea...
Desprendida esa piedra de su cumbre
Tal vez la losa de mi tumba sea!
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Este silencio eterno, pavoroso,
¿Por qué ha sido de pronto interrumpido?
Se oye un rumor siniestro y vagoroso
Por mil ecos sonoros repetido.
Unas veces la mente se figura,
De su delirio en el fatal exceso,
Oir suspiros blandos de ternura,
O el eco dulce de lascivo beso.
Otras veces el eco prolongado
De lejano gemir triste y profundo,
O el ¡ay! en las tinieblas exhalado
Por el labio glacial del moribundo.
¡Oh, cuánta imagen á la mente asalta
Lejos del sol en sótano horroroso!
¿Por qué en el pecho el ánimo nos falta?
¿Por qué palpita el corazón medroso?
¿Por qué al cruzar los duros peñascales,
Tocando ya á su fin la escasa tea,
Ansiamos por llegar á los umbrales
Para gozarnos en la luz febea?
¡Oh sol! que nunca mandas el consuelo
A estas salas terríficas, desiertas;
Sin tí las juzgo en mi profundo duelo
Ser de la eternidad las negras puertas!...
¿Qué sentimiento al corazón inunda,
Que me sumerge en éxtasis extraño?
¡Negra morada, sepulcral, profunda,
Como la herida cruel del desengaño!
Espléndida mansión, recinto umbroso,
De silencio y de paz augusto templo:
De tu imponente majestad ansioso,
Estático y absorto te contemplo!
¡Magnífica creación, misterio santo!
¡Oh Dios! tu ciencia para el hombre ignota,
Fácilmente formó prodigio tanto
Con escondidas fuentes gota á gota!
Y qué mortal con cínico desvío,
Al visitar este recinto oscuro,
Se atreverá á negar tu poderío
Con torpe labio y corazón impuro?
¡Ah! tu poder?... tal vez de siglos ciento
En la época perdida los mortales
Provocarían tu furor violento,
Y les enviaste asoladores males...
Tal vez ¡oh Dios! con mano destructora
Sacudiste los mundos y el abismo,
Y quedó esta mansión aterradora,
Muestra del espantoso cataclismo!....
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Señor! aquí conozco tu grandeza!
Aquí mi pequeñez y mi locura;
Aquí inclino humillado mi cabeza,
Aquí lloro también mi desventura.
Yo oí una voz, un eco melodioso
Que te ensalzó en las bóvedas del templo:
Nunca te vi tan grande y poderoso
Cual en este recinto te contemplo!
¡Ah! por eso al dejar esta caverna,
Negra como la noche de la duda,
Sólo pensaba en tu bondad eterna,
Sólo pedí tu celestial ayuda.
Y por eso con fé, con entusiasmo,
Al olvidar fantásticas ideas,
Cuando no me abrumó siniestro pasmo
Exclamé al ver la luz: «¡Bendito seas!»