En la agonía de J. M. H.

Todo te cubre de la muerte el hielo:
vanos ya los esfuerzos son del arte
de médicos humanos, y salvarte
sólo pudiera el Médico del cielo.
Conozco en el instante de perderte,
cuánto a ti estaba mi existencia unida,
y el amor que durmiendo estaba en vida
se despierta ardoroso con tu muerte.
Pronto, rotas del cuerpo las lazadas,
y libre de lo vano y aparente,
cuanto hoy ignoras brillará patente
de tu alma a las clarísimas miradas.
Y contemplando sin disfraz la mía,
verás de culpas y flaquezas llena
esa alma que tan pura y noble y buena
imaginabas con error un día.
Y el amor y alta estima y el respeto
que me profesas y en tu error se funda
se trocarán en compasión profunda,
cuando penetres mi fatal secreto.
A Aquel entonces que las almas sana
ruega que pio sane mi alma enferma,
porque, cuando en la tumba el cuerpo duerma,
vuele aquella a la gloria soberana;
y que no sean en mi daño eternos
estos tristes adioses que te digo,
sino que allá en el cielo, dulce amigo,
ledos volvamos algún día a vernos.

(1865)

Collection: 
1855

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