El piñón

Compró un turco robusto dos jóvenes esclavos, que un adusto argelino vendía. Los llevó a la mazmorra en que tenía otros muchos cautivos, y, cerrando la puerta, detrás de ella a escuchar se quedó alerta los modos expresivos con que los más antiguos consolaban a los recién venidos que allí entraban. Eran un andaluz y un castellano, y el que hablaba con ellos italiano, que dijo en voz de tiple, muy doliente, a los nuevos llegados lo siguiente: -Compagni aventurati al par che cari, i vostri affani amari io voglio consolar: nostro padrone e un turco di bonissima intenzione, pietoso cogli schiavi che la guerra riduce al suo servizio; solmente 1i destina per l'uoffizio che si costum lá, nella mia terra, strapazzando l'occhio del riposo col suo membro, che é troppo lungo e grosso. -Compaire, el andaluz dijo temblando, ¿qué me eztá unté jablando? ¿Con que ha dado eze perro en eza maña que en Italia ze eztila? ¡ Ay, pobrecito de mí, dezfondacao en tierra extraña! ¡Yo, que tengo un ojito lo mezmo que un piñón! ¿ Zerá baztante pa rezguardarle ezte calzón de ante? Iba a darle respuesta el italiano, pero el turco inhumano gritó entonces: -¡No haber ante que valga! ¡El ojo del piñón al aire salga! Al punto, cuatro moros, sin atender las quejas ni los lloros, afuera le sacaron y a su señor por fuerza le llevaron. En tanto que él la operación sufría, el italiano al otro le decía: -Giovinetto garbato, anche tu sia al momento preparato a soffrir del padron membruto e fiero il colpo assalitor dell'occhio nero, perché di bianca f accia o color bruno il turco buzzarron non lascia alcuno. El fuerte castellano con arrojo la argolla de un cerrojo arrancó de una puerta al oír esto, y, habiéndosela puesto de su gran nalgatorio en la angostura, pudo con tal diablura guardar el centro y pliegues del contorno, y el ataque esperó con este adorno. Pasada media hora, allí trajeron al andaluz lloroso y derrengado, y al castellano hicieron ir a dar gusto al turco bien armado. Este al momento en cuatro pies le pone, los calzones le baja y se dispone a profanarle: se unta con aceite, para obviar el camino del deleite aquel globo cerdoso, fondo en color de cardenillo oscuro, y, potente y rijoso, no quiere dilatar el choque impuro. Considere el lector, aunque yo callo, qué magnitud tendría lo que sacó, criado en un serrallo sin sujeción de bragas ni alcancía, y después se figure allá en su mente que esta mole indecente, enfilando la argolla en la trasera, quedó como ratón en ratonera. Por sacarlo se agita, empuja, hace desguinces, y al fin grita para que en su trabajo no le guillotinasen por abajo. El castellano, astuto, se endereza, tirando de la argolla con presteza porque no se la viesen los que en favor del turco allí viniesen; pero esto fue de un modo tan violento que le quitó el turbante al instrumento. Quedó por el dolor amortecido el turco en la estacada, y el castellano, habiendo conseguido ver la Naturaleza así vengada, mientras al desgorrado socorrían los moros que acudían, a la prisión volviose, en donde a poco tiempo divulgose su valerosa hazaña. Y el italiano preguntole ansioso: -Ma dica; ¿che cucagna l'a salvato del caso periglioso? Y el andaluz decía: -¡ Qué piñón tendrá uzté tan duro, hermano, cuando pudo jazer tal jechuría! A lo que respondiole el castellano: -Tengo para ese perro, no un piñón natural, sino de hierro.

Collection: 
1765

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