Apartado de ti surco los mares, ¡oh cándida mujer! Triste víctima he sido en tus altares, ¿y mía no has de ser? ¡Qué terrible en sus tétricos horrores se muestra el mar, mi bien! Pues yo temo más que sus rigores, tu enfado o tu desdén. El bramido de recios vendavales no me intimida a mí; no temo todo el peso de los males; tu olvido, hermosa, sí. Tú, sobre leves plumas reclinada no sientes aflicción; sostiene mi cabeza acalorada la dura tablazón. Si de volverte a ver tengo el consuelo, te juro, por mi fe, que tú serás mis glorias y mi cielo, y al mar no volveré. Si Dios me da que pueda coronarte la sien de albo jazmín, y un ósculo tomar al despertarte del labio de carmín; que en cambio de una lágrima muy pura me des tus alegrías, y cubras con un velo de ventura mis noches y mis días, jamás será que fíe en la bonanza del mar y sus arenas, ni cuelgue el sutil lienzo de esperanza de débiles antenas.
El navegante
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En la sublime Estambul, ciudad del adusto moro, la más rica en perlas y oro que acaricia el mar azul, reciben con el reflejo de sol luminoso baño ricas cúpulas de estaño, que hay en el serrallo viejo. Vive en cada rosa abierta de odorífero rosal, pura brisa matinal, que de su sopor despierta...
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Yo te veo, Señor, en las montañas que soberbias se miran en su altura, dó reciben la luz con que las bañas, antes que este hondo valle de tristura; y en el último y lánguido reflejo, que recogen del día moribundo, cuando su altiva cumbre es el espejo de las sombras que caen en el mundo; y en su...
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Los pinos son las arpas del desierto que, entregando a los euros su ramaje, dan a la soledad largo concierto con un eco monótono y salvaje. Que allí donde sin flores se ostentaba naturaleza triste, inculta, fiera, de ese arrullo feroz necesitaba para que entre peñascos se durmiera. Y a la voz...
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Salve, santo en esencia y atributos, origen y principio de ti mismo, tú que mides los siglos por minutos, y sondeas los senos del abismo; tú que cuentas las hojas que perecen bajando a tapizar humildes gramas, y sabes cuantas viven y se mecen entre los laberintos de sus ramas; que sabes cuantos...
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¡Oh Sol! ¡noble gigante de hermosura, y astro rey en un trono de volcanes! ¡Guerrero cuya nítida armadura deslumbró en feroz lid a los Titanes! Las águilas del Líbano altaneras, cuando dorabas hoy la antigua Tiro, te admiraron subiendo a las esferas, yo que pierdo tu luz, también te admiro Su...