«Solo me miro en la tierra;
cual con tenaz enemigo,
están las cosas en guerra,
desde que nací, conmigo;
y un espíritu a mí adverso
reside en el universo.
»No consiente el mar turbado
que a surcarle yo me atreva,
y la tierra mal su grado
en sus espaldas me lleva,
y me tienen odio ciego
aire, tierra, mar y fuego.
»Mujer ninguna me ama,
ni me es ningún hombre amigo,
y es; emblema de la llama
a que da mi pecho abrigo,
volcán que arde triste solo
entre las nieves del polo.
»Cual vasta ciudad desierta
o en el sueño sumergida,
donde el paso no despierta
señal ninguna de vida,
se me ofrece el mundo, donde
nadie a mi clamor responde.
»Y en vano me agito y ando
peregrino por la tierra,
los portentos visitando
que la vieja Europa encierra,
y que allí en la patria mía
por mirar me desvivía.
»Cuando me mezclo en la calle
con la multitud festiva,
será me digo, que no halle
tal vez uno, mientras viva,
uno entre tantos millares,
que comprenda mis pesares?»
«No pude en ninguna parte
del ancho poblado mundo,
oh mitad de mi alma, hallarte,
hallarte, oh mi yo segundo;
y de hallarte ¡oh dolor fiero!
en la tierra desespero.
»Cual si me hubiera hecho reo
de algún tremendo delito
antes de nacer, me veo
por cielo y hado maldito,
y de herirme no se sacia
con sus flechas la Desgracia.
»¡Si en este colmado abismo
de desventuras, siquiera
en paz yo conmigo mismo
interiormente estuviera!
Pero de mí propio siento
un profundo descontento.
»¡No, no pose el infierno
más espantoso suplicio
que este descontento eterno!
Quisiera perder el juicio
y beber de mi amargura
el olvido en la locura.
»Cuando esta máquina enferma
en polvo se haya deshecho,
y mi último sueño duerma
en hondo y oscuro lecho,
nadie a llorar irá junto
a la losa del difunto.
»Ni plantará pía mano
ciprés que mi tumba asombre,
ni pasajero en humano
labio sonará mi nombre,
ni se hará jamás presente
mi recuerdo a humana mente.
»Y en su ancho seno profundo
me esconderá tanto olvido,
como si yo en este mundo
no hubiera nunca existido;
y no resarcirá nada
vida tan desventurada.»
Así una noche sin luna,
en mudo ancho despoblado,
del rigor de su fortuna
se quejaba un desdichado,
haciendo a sus quejas dúo
e1 triste canto del búho.
(1856)