ANGEL de blancas alas,
De plácidos ensueños mensajero,
Que abandonando las etéreas salas
Desciendes á la tierra
Á velar cabe el lecho de la virgen,
En cuyo seno encierra,
Como en vaso de oro,
La virtud su purísimo tesoro.
Tiende tu manto de sin par blancura,
Que derrame tu labio
Tu aliento alhagador, blando, apacible,
Sobre la casta frente
De la niña sensible
Que tu influencia mística presiente.
Baja de tu dosel de ricas nubes,
Y á los piés de la hermosa
Deshoja blancos lirios y azucenas,
Dale guirnaldas de jazmín y rosa,
Y aleja de su vista
Del dolor las fatídicas cadenas.
Plegué á Dios que prolongues tu existencia
Al lado de esa niña que te adora,
Pues yo bien sé que la fatal sentencia
En las alas del tiempo,
Le traeré de pesar alguna hora.
Y qué triste será, ¡triste y penoso!
Que al influjo funesto
De una negra pasión, el vuelo undoso
Tornes dejando á la infeliz criatura
La eterna mancha de la culpa impura.
Vela, pues, á su lado eternamente;
Angel de blancas alas,
Conserva intacta su serena frente,
Y no emprendas el vuelo de repente
A las etéreas salas.