Ayer la vi, al pasar, en la taberna,
detrás del mostrador, como una estatua...
Vaso de carne juvenil que atrae
a los borrachos con su hermosa cara.
Azucena regada con ajenjo,
surgida en el ambiente de la crápula,
florece, como muchas, en el vicio
perfumando ese búcaro de miasmas.
¡Canción de esclavitud! Belleza triste,
belleza de hospital, ya disecada
quien sabe porque mano que la empuja,
casi siempre, hasta el sitio de la infamia..
Y pasa sin dolor, así, inconsciente,
su vida material de carne esclava:
¡copa de invitaciones y de olvido
sobre el hastiado bebedor volcada!