Hay en el gris de este lluvioso día
cierta fiel consonancia con la pena
que en la tristeza de mi faz morena
insinúa parcial melancolía.
Ni un transeúnte; ni un pájaro en la vía;
ni un cascabel; ni una bocina suena;
el antiguo reclamo de la cena
rasgará la letal monotonía.
Como diablillo de un gredoso muro,
sobre la esfera de un reloj oscuro,
va el tembloroso minutero andando.
El cierzo gusta que la lluvia pase
como en el rostro la lágrima que vase
de las ciegas pupilas descolgando.