A Amalia
Preguntarme te plugo, amiga mía,
cuál es el que mi verso más alaba:
Demócrito que todo lo reía,
o Heráclito que todo lo lloraba.
Parecerá contestación precisa
en mí que peno y me querello tanto,
y en quien, más que los labios a la risa,
Se abren los ojos al raudal del llanto,
El que con labio siempre gemebundo
te diga, bella Amalia, que prefiero
el llanto doloroso del segundo
a la risa burlona del primero.
Mas la respuesta, que me dicta ahora
la razón, no mi genio tan doliente,
al par condena al que de todo llora
como a aquel que se ríe eternamente.
Que, como al tiempo, en sucesión eterna,
componen negra noche y blanco día,
así en el mundo para el hombre alterna,
también con la tristeza la alegría.
Quien siempre ríe, es porque siente poco;
quien siempre llora, demasiado siente;
si el risueño Demócrito era un loco,
era otro loco Heráclito doliente.
Y solo aprobará mi poesía
al que, siempre guardando el justo modo,
algunas veces llore y otras ría,
que hay lugar en la vida para todo.
Ni toda es farsa que a reír convida
nuestra vida, ni lúgubre tragedia;
si damos a la risa media viva,
damos también al llanto la otra media.
(1863)