Delirios II: Alquimia del verbo

Lejos de pájaros, de aldeanas, de rebaños,
¿Qué bebía, de hinojos en aquella maleza
Circundada de tiernos boscajes de avellanos,
Entre la bruma tibia y verde de la siesta?

¿Qué podía beber en ese joven río,
-¡Olmos sin voz, cielo oscuro, césped sin flor!
En gualdas cantimploras, sin mi choza querida?
Haciéndome sudar, algún áureo licor

Parecía el equívoco cartel de una taberna.
-Una tormenta borró el cielo. Al atardecer
El agua de los bosques huyó hacia arenas vírgenes,
Dios en los charcos carámbanos dejó caer.

Lloré mirando el oro -y no pude beber.

A las cuatro de la mañana, en el verano,
El sueño del amor aún se prolonga.
De la noche de fiesta, en los boscajes,
El olor se evapora.

Bajo del sol de las Hespérides,
Lejos, en su vasto astillero,
En mangas de camisa agítanse
Los Carpinteros.

En sus Desiertos de musgo, tranquilos,
Preparan los artesones dorados,
En los que la ciudad
Pintará cielos falsos.

Oh, por esos Obreros admirables,
Súbditos de algún rey de Babilonia,
¡Venus! deja un instante los Amantes
Cuya alma lleva tu corona.

Oh Reina de Pastores,
Ofrece a los trabajadores el licor de alegría,
Que apacigüe sus fuerzas,
En espera del baño de mar a mediodía.

CANCIÓN DE LA MÁS ALTA TORRE

Que llegue, que llegue,
El tiempo en que se quiere.

Tanta paciencia tuve
Que todo lo he olvidado.
Temores y dolores
Al cielo se han volado. Y la malsana sed
Mis venas ha nublado.

Que llegue, que llegue,
El tiempo en que se quiere.

Tal como la pradera Entregada al olvido,
En que incienso y cizañas
Creciendo han florecido,
Bajo las sucias moscas
Y su feroz zumbido.

Que llegue, que llegue,
El tiempo en que se quiere.

HAMBRE

Si tengo apetito es sólo
De la tierra y de las piedras.
Yo almuerzo siempre con aire,
Hierro, carbones y peñas.

Hambres mías, girad. Hambres, cruzad
El prado de sonidos.
Atraed el veneno alegre
De los lirios.

Comed los cascotes rotos,
Piedras de viejas iglesias,
Guijas de antiguos diluvios,
Panes sueltos en grises glebas.

El lobo aullaba entre el follaje,
Las bellas plumas escupiendo
De su comida de volátiles:
Como él me estoy consumiendo.

Las ensaladas, las frutas,
Sólo esperan la cosecha;
Pero la araña del seto
No come más que violetas.

¡Que yo duerma! Que borbotee
En los altares de Salomón.
El hervor corre por la herrumbre,
Y se mezcla con el Cedrón.

¡Ha sido encontrada!
-¿ Qué?- La eternidad.
Es, al sol mezclada,
La mar.

Alma mía eterna,
A tu voto haz honor,
Pese a la noche sola,
Y del día al fulgor.

¡Tú te liberas, pues,
De humanos formularios,
De impulsos ordinarios!
Y vuelas al través...

-Jamás ya la esperanza.
No hay orietur, te juro.
La ciencia y la paciencia,
El suplicio es seguro.

Ni un mañana queda,
Oh brasas de seda,
Vuestro arder
Es el deber.

Ha sido encontrada!
-¿Qué?- La Eternidad.
Es, al sol mezclada,
La mar.

¡Oh castillos, oh estaciones!
¿Qué alma no tiene reproche?

Estudié el mágico enigma
De la ineludible dicha.

Saludemos su regalo,
Cuando canta el gallo galo.
Ya no tendré más envidia:
Se ha encargado de mi vida.

Su hechizo el alma y el cuerpo
Cogió, y dispersó el esfuerzo.

¡Oh castillos, oh estaciones!
La hora de su fuga, ¡oh suerte!
Será la hora de la muerte

¡Oh castillos, oh estaciones!

Collection: 
1874

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