Cristina

Nunca osara, Señor, la Musa mía Al eco unir del general aplauso Los ecos de un aliento que se apaga Por la desgracia y por la edad cansado. Ved cómo yace envuelta en largo olvido Mi inútil lira: trémula la mano Va sus cuerdas a herir, y a hallar no acierta Su antigua resonancia y su entusiasmo. Otra fuerza, otra voz, otra armonía Pide al cantarse el venturoso lazo En que Vos afirmáis vuestra ventura, Y también su esperanza el orbe Hispano: Y a ensalzar dignamente de Cristina La florida hermosura, el dulce encanto Y la índole celeste, aun no bastara A Píndaro su voz, la suya a Horacio. Mi timidez iguala a mi respeto: Pero Vos lo queréis; y a quien los hados Quisieron siempre defender propicios Y en la alta cuna del poder sentaron, ¿Cómo un flaco mortal, que sin su escudo Juguete fuera del rencor contrario Este esfuerzo, aunque débil, negaría Sin riesgo al fin de parecer ingrato? ¡Ah! no: suene mi voz, los aires rompa Y aunque ronca y cansada, el holocausto Haga de su temor ante las aras Del refulgente Sol que ya adoramos. Quizá aquel fuego que a mi Musa un día Pudo animar en sus mejores años, De sus yertas cenizas sacudido Vuelva a encenderse a tan hermosos rayos. Otros la cantarán con más fortuna, Con talento mayor; y hasta los astros Alzar conseguirán su ínclito nombre En las alas del Genio arrebatados. En mí supla al talento el buen deseo, Y estos rudos acentos de mi labio Que van de vuestra Esposa al regio oído, Hallen, Señor, si no alabanza, agrado.

Collection: 
1792

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