No hay miedo en sombra para el hombre fuerte
que ve, sin pestañar, el precipicio;
que conoce las úlceras del vicio
y no tiembla jamás… ni ante la muerte!
Para el que al cabo de la vida, advierte
la sinrazón de todo sacrificio;
para el que nunca halló nada propicio
y fue siempre vejamen de la suerte.
¡Ah… qué puede temer el que por huellas
de los pies dejó sangre!... El que, contrito,
pide alivio a sus múltiples querellas,
y ve solo, ante el eco de su grito,
la inmutabilidad de las estrellas…
en medio del sopor del infinito!