Oh! dichosos mil veces! sí, dichosos
Los que podeis llorar: y ¡ay! sin ventura
De mí, que entre suspiros angustiosos
Ahogar me siento en infernal tortura.
[ESPRONCEDA](/wiki/Jos%C3%A9_de_Espronceda).
EN este corazón que vertió pródigo
Torrentes de ufanía,
Oue se sintió inundado
Por el néctar riquísimo y preciado
De la enaltada copa de ambrosía;
En este corazón feliz, risueño,
Que vió correr las horas
Como en dulce campiña,
En bandada fugaz, aves canoras;
En este corazón amante y tierno
Cayera ¡ay triste! en malhadada hora
Desbordado torrente de amargura,
Pena aguda, cruel, desgarradora,
Que hizo de un puro Edén horrible infierno.
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¡Oh sombra, enantes encarnada y viva,
Llena de juventud y de hermosura!
¡Sombra querida! oh sombra!
Trémulo el labio con dolor te nombra,
¡Silencio, calma, soledad, tristura!
¡Cuán hondo es el abismo
De esa terrible eternidad! ¡cuán hondo!
Tan solo comparable al dolor mío,
Tan solo comprensible
Para el sabio Hacedor...
¡Oh fantasía!
¿Dónde está tu poder? ¿dónde tus alas?
Lleva mi corazón donde ella mora,
Surque veloz mi idea
Tras ese espacio que la luz colora,
Que un solo instante en mi dolor la vea.
Ella alentaba espíritu infinito,
Espíritu que nunca se adormece,
Ni como el barro vil que lo guardara
Al golpe cruel de la segúr perece.
El alma! soplo eterno sin espacio!
Emanación del Sér Omnipotente!
Dónde, después del mundo es tu palacio?
¿Do te asientas después eternamente?
¡Espantoso anhelar! amargas ánsias!
Duda que roe el corazón! la mente
Os abandona débil, deber santo
Os conjura cual torpes devaneos,
Alza la lira funerario canto,
Se agita el pensamiento, y el quebranto
Lastima el corazón, y en dura roca
Se estrellan insensatos mis deseos!...
¡Cuán profunda es la herida
Que deja al corazón de un sér amado
La inesperada y eternal partida!
Para siempre ¡ay! adiós, ¡adiós!...
Los siglos,
La mezquina razón, el cuerpo frío
Que en átomos se torna, el ala mueve
La brisa de la tarde sosegada,
Los esparce do quier, y el sér querido
Se disipa, se extingue, es humo, es nada.
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En mi vigilia lenta y pesarosa
Enmedio de la sombra pavorosa
Que me cerca en redor, la he visto ¡cielos!
Ha venido hacia mí!... ¡Merced! mi labio
Con voz de mi cariño pesarosa
¡Merced! dijo, y la vi... era mi hermana!
Negros los ojos, la mirada amante,
Leve sonrisa su pequeña boca
Movía cual moviera el cefirillo
De la rosa los pétalos; flotante,
Destrenzada su luenga cabellera,
Enhiesto el talle, pálido el semblante
Y toda ella tan gentil y ufana
Como al borde del agua una palmera
Meciéndose al rayar de la mañana.
¡Era ella! ¡cuántas horas
Amenguó mi penar! El alma entera
A su seno voló, y el labio mío
Iba á tocar su frente...
¡Mentira! en mi dolor estaba solo,
¡Solo con mis dolores!
Toqué las nubes del estéril polo
Cuando soñaba en un vergel de flores!
Porque esos seres que se van ¡ay triste!
Jamás han de volver... ¡Jamás... huyeron
Y en un inmenso piélago profundo
Como el eco en los aires se perdieron...
Pero place á mi loca fantasía,
Y á mi dolor intenso,
La dulce y grata aparición sombría
Cuando al morir el luminar del día
En mi cara Merced, llorando, pienso.
Pláceme verla al rayo de la luna
Como náyade errante,
Descender melancólica y amante,
Ornada en derredor de blancas galas,
Iluminada por la luz del cielo,
Y sin tocar el suelo
Poner en un lugar los ojos fijos
Y sombra dar á sus pequeños hijos
Con el niveo plumaje de sus alas.
Mas luego desparece, y sombra y duda
Me cercan en redor; ¿dónde se esconde?
Hiere mi corazón saeta aguda,
Su nombre invoco y tumba solitaria
Con su lúgubre aspecto me responde
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No hay paz! no hay paz! el alma dolorida
Como la seca arista se doblega
Al recio empuje de simoún violento.
Por fuerza irresistible combatida
Cede, se abate en su pesar cruento....
Siento perder la savia de la vida....
¡Oh golpe cruel, fatídico y terrible!
¡Oh muerte inesperada!
¡Cual se agosta la efímera existencia!
Como tronchada flor, como el arbusto
En el fiero rigor de la sequía,
Como copo de espuma arrebatado
Al mar por ola impía....
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Y tan tranquila ayer y tan ufana,
Prodigando su risa y sus alhagos;
Feliz como los cisnes de los lagos
Que cantan saludando la mañana.
Alegre como el ave que gorgea
Entre el follage umbroso; tierna y pura
Como casta paloma en los olivos
Del valle, y tan amante en sus desvelos
Que en ambiente de amor y de ambrosía
Arrullaba á sus hijos pequeñuelos.
¡Horrible transición! ¡oh si volvieras!
Y otra vez nada más tu casta frente
Volviera yo á besar.... te dejaría
Hender el aire y remontar el vuelo,
Porque al menos mi pecho sentiría
Un momento de plácido consuelo....
Te dejaría volver.... Sí, volverías
Con magestuoso vuelo
Sobre doradas nubes
Á ocupar entre fúlgidos querubes
El asiento que Dios te dió en el cielo!
¡Allí estás! ¡Allí estás...! lo sé.... Los buenos
Las palmas vibran de virtud y gloria.
Estás con el Señor, solo dejaste
En el mundo adorada tu memoria,
Y allá en el paraíso te recreas
De la materia vil abandonada....
Eres emanación purificada,
Eres aroma y luz, eres espíritu....
¡Estás con el Señor...! ¡Bendita seas!