Oye: cuando en las sombras del vacío,
en la noche, a lo lejos, oigo un canto;
algún canto de amor, a veces mío,
de esos que ha tiempos escribí con llanto,
mi memoria despiértase y se aclara;
y al sentir que resurge mi tristeza,
por los áridos surcos de mi cara
el viejo lloro a resbalar empieza.
Y es porque mi recuerdo ávido evoca
tus manos, tu mirada taciturna,
los ósculos quemantes de tu boca.
Tu garganta, tu cuerpo frágil urna
de marfil que mi mano ya no toca…
¡Todo lo aviva la canción nocturna!