POR siempre huyó!... Fantasma vaporoso
De mi perdido ayer, adios: tu giro
Sigue doquiera entre tinieblas densas
De mi laúd el fúnebre gemido....
¡Adios! ¡adios!... Hundístete liviano
En las horas que fueron: el abismo
Se presentó ante tí: raudo volaste
Como un ave que cruza en el vacío....
Sí; y aún te sigue el doloroso acento
Que lanzo en mi continuo desvarío,
Y te miro, fugaz, como una sombra,
Sepultarte en el cóncavo infinito,
Como se pierde en el parduzco fondo,
Al espirar el sol en su camino,
El roble colosal que en lontananza
Entre los bosques se destaca erguido;
Mas tú no volverás á presentarte
Ante mis ojos, como el roble altivo,
Cuando aparezca tras los altos montes
Del nuevo sol el resplandor divino.
No, no, jamás; que entre las sombras cruzas
Deja impalpable eternidad perdido,
Y ni la luz de plácidos recuerdos
Alumbra tu contorno fugitivo.
Un sueño fué que aletargó mi mente,
Pero ¡ay! un sueño del Edén traído,
Para un instante enagerar el alma
Y hundirla en el tormento de improviso...
Todo acabó: la hiel del desengaño,
En vez del néctar del deleite libo,
Y en mi agudo dolor, dentro del pecho,
Del corazón me cansan los latidos.
Sí; la ilusión de la mujer que amara
Se ha trocado en crudísimo martirio,
Y los momentos de placer y gloria
En horas ¡ay! de matador hastío.
Marasmo por doquiera, horrible tedio,
Sombras no más de aquel Edén perdido.
Nublan mi porvenir como la bruma
Que entolda los espacios de zafiro.
¿Y he de arrastrar mi vida como arrastra
Pesados hierros infeliz cautivo,
Cual tosca cruz á cuyo enorme peso
Me quede á la mitad de mi camino?...
¡Ayer, ayer! imágen de mi gloria!
Tibio reflejo del deleite mío,
Crepúsculo fugaz, del arpa de oro
Encantador y postrimer sonido!
Si ya no has de volver, si en ese oscuro,
Horrible y profundísimo vacío
Las horas que pasaron se sumerjen.
Perdiéndose en sus senos infinitos;
¿Dónde hallaré la paz? ¿Acaso pueda
Vivir sin fé? vivir es un suplicio;
Vogar en este océano borrascoso,
Sin velas ni timón, al albedrío
De procelosos vientos ¡ay! ¿á dónde,
A dónde me conduce mi destino?...
En tanto del dolor el hondo vaso
Apura sin cesar el labio mío:
Del loco mundo la algazara loca
Llega con lentitud á mis oídos...
Ellos cantan y ríen... ¡dichosos seres!
En los deleites siempre confundidos,
Rodeados de célicas beldades
De lánguido mirar y talle erguido...
Ya los escucho... del festín alegre
A mí llegan los plácidos sonidos,
Y contemplo al través de esas ventanas
Del raudo wals el voluptuoso giro...
¡El amor! panorama delicioso,
Almo consuelo del mortal, alivio
Del agudo dolor... ¡ay! yo no puedo
Ufano penetrar en tu recinto!...
No; que contemplo la pomposa fiesta
Al pié del muro que me niega abrigo;
Y no hay un sér en la callada noche
Que recoja mis íntimos suspiros,
¡Ah! todo causa al corazón pesares.
Todo acrecienta mi dolor: el giro
De las pesadas nubes que se agolpan;
Los lívidos relámpagos... el grito
De los siniestros cárabos nocturnos,
Y entre los secos troncos el zumbido
Del viento pertinaz... de las cascadas
El lejano rumor, y de contino
De los reptiles asquerosos suenan
Los prolongados, lúgubres silbidos.
Y á este cuadro de horrores que me espanta,
Para aumentar mi bárbaro suplicio,
Se unen los ecos del festín alegre...
¡¡Callad!! ¡no suenen vuestros torpes gritos!
¡Callad, por Dios... estúpidos sarcasmos
Son vuestros goces á mi mal unidos.
¡Cesad! cesad! no vibre en vuestros labios
El torpe beso del amor lascivo...
Ah!... ¡cuánto herís al corazón!... No quiero
Prestar á vuestro acento mis oídos;
No quiero ver vuestras volubles formas,
Leves girando en el salón sin tino;
No quiero presenciar vuestros amores,
No quiero ver vuestro placer maldito!...
Pero ¡ay! á mi pesar buscan los ojos
De ese festín el deslumbrante brillo,
Como buscara el ciego infortunado
Del claro sol el resplandor divino!
La sed del alma que mi labio seca
Me mueve á contemplaros... los sonidos
De la vibrante orquesta; de la seda
Que roza un pié los lúbricos crujidos;
La voluptuosa y lánguida mirada
De la beldad; el pecho alabastrino
Que ondula ténue del amor al soplo....
Una sonrisa de pasión.... ¡Delirios
De la exaltada mente! un solo instante
De calma conceded al pecho mío:
No me abrumeis; que plúgole severo
De la dicha apartarme á mi destino,
Y no me deja penetrar en donde
Ayer fuera mi ameno paraíso...
¡Ayer! ¡ayer! imagen de mi gloria!
Tibio reflejo del deleite mío,
Crepúsculo fugaz; del harpa de oro
Encantador y postrimer sonido!...
¡No has de volver jamás! bajo mi planta
Encuentro un yermo estéril y sombrío...
Del porvenir el horizonte oscuro
Solo se enciende al resplandor rojizo
De fúlgido relámpago... ¡¡Crucemos
El dilatado erial, laúd querido!!