Tú que de océano y tierra
vences las largas distancias,
cual las distancias del éter
vencen voladoras alas:
por la negra red que forman
rieles que tu curso pautan,
ven a surcar el inmenso
seno de mi dulce patria.
Tu velocidad abrevie
tan espaciosas comarcas:
junta el mar al Amazonas
y a Tumbes el Titicaca.
Ya por ti mande a la costa
de la sierra la abundancia
lo que a precio tan subido
ajenos campos hoy mandan;
y en vez de la lenta mula,
tú en breves horas traslada
al que en la flor de sus años
cercana muerte amenaza,
a los valles apacibles
de la saludable Jauja
donde la Tisis respira
benignas fáciles auras.
Rompe erizados peñascos,
macizos montes horada,
o con atrevido vuelo
trepa sus cimas más altas;
antiguos bosques penetra;
ríos caudalosos pasa,
o en tus carros por el puente,
o en tus naves por el agua;
salva horrendos precipicios,
valles hondísimos baja,
mudos desiertos anima,
puebla soledades vastas;
y, competidor del cóndor,
en breves días acaba
de dar una vuelta entera
a región tan dilatada.
El indio que más se interna,
con atónitas miradas
en sus dominios contempla
tu hilera de carros larga;
y nuevo monstruo ver crea,
gigante sierpe que anda
tan veloz, cual si tuviera
de los cóndores las alas.
Tú las aldeas despierta
dormidas en la ignorancia,
y a la vida de la mente
con aguda voz las llama.
Lleva do quiera el Progreso
que, cual la creciente Fama,
a andar enano comienza,
mas andando se agiganta.
Tú la Ociosidad destierra,
madre de todas las plagas,
y a la Industria se dedique
quien al Vicio se consagra;
la mano ociosa, empuña
hoy la fratricida espada,
rural instrumento rija
o la productora máquina;
y extinguidas para siempre
de la Discordia las llamas,
florezca la Paz hermosa
y la común bienandanza.
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