Al congreso y a los marinos

¿Y será acaso que la patria nuestra
se humille al ceño de la España altiva,
y amedrentada, sin rubor suscriba
su eterna infamia con su propia diestra?
¿Y que, cuando ella recibió el agravio
del universo atónito a los ojos,
ante España poniéndose de hinojos,
perdón le pida con humilde labio?
¡Oh del Perú Congreso soberano!
Para tu triste patria no consientas
la más negra y atroz de las afrentas,
y el nombre salva y el honor peruano.
Haz por lo menos que el Perú vencido,
guardando en el revés justa arrogancia,
pueda decir con aquel rey de Francia:
todo, menos la honra, se ha perdido.
Si nos ha de costar mayor tesoro,
el tesoro del mar no se recobre:
haz que, aunque quede nuestra patria pobre,
la riqueza no pierda del decoro.
Decid, ¿cómo podréis, cuando insolente
escarnezca al Perú labio extranjero,
rechazar un baldón que es verdadero,
y responder coléricos que miente?
Preciso entonces ha de ser que venza
a vanas frases la verdad patente,
y que se os tiña la humillada frente
con el rojo color de vergüenza.
¡No habrá gente ninguna que, alentada
viendo el baldón que a nuestra patria humilla,
no estampe fácil mano en la mejilla
que de España sufrió la bofetada!
¡Ea, guerreros do los mares, ea!
Alzad al cielo agradecido acento,
pues hoy quiere que el húmedo elemento
el móvil campo del combate sea!
Su honor guardando como siempre intacto,
por vuestras manos el Perú rescate
sus islas con el hierro en el combate,
y no con oro en afrentoso pacto.
Entrad resueltos a la lid sangrienta,
que es la lucha el deber, no la victoria:
aún ser vencidos os dará la gloria;
ni el triunfo a España lavará la afrenta.

26 de Enero de 1865.

Collection: 
1855

More from Poet

  • Cuando doblen las campanas,
    no preguntes quien, murió:
    quien, de tus brazos distante,
    ¿quién puede ser sino yo?

    Harto tiempo, bellísima ingrata,
    sin deberte ni en sombra favores,
    padecí tus crüeles rigores
    y lloré como débil mujer;
    ya me rinde el...

  • I

    Iba la más oscura taciturna
    y triste Hora nocturna
    moviendo el tardo soñoliento vuelo
    por el dormido cielo,
    cuando, dejando mi alma
    en brazos del hermano de la Muerte
    a su cansado compañero inerte,
    libre de su cadena,
    voló a su patria...

  • ¡Oh ciudad silenciosa de los muertos!
    En ti se apaga el huracán humano,
    cual muere al pie de las tranquilos puertos
    el estruendo y furor del océano.
    Tú el sólo asilo de los hombres eres
    donde olviden del hado los rigores,
    sus ansias, sus dolores, sus placeres...

  • Áridos cerros que ni el musgo viste,
    cumbres que parecéis a la mirada
    altas olas de mar petrificada,
    ¡cuánto me halaga vuestro aspecto triste!

    ¡Cuánto descansa el ánimo angustiado
    en contemplaros, al fulgor sombrío
    de un cielo oscuro, nebuloso y frío,
    ...

  • No os asombréis tanto, no,
    si en la templanza que muestro
    tan otro de mí soy yo;
    un sueño ha sido el maestro
    que tal cambio me enseñó.
    Temo, fiel a su lección,
    que, cuando más la altivez
    levante mi corazón,
    me he de encontrar otra vez
    en mi...