Belleza de dolor, en quien pensaba fijar mi corazón, y hallar ventura, adiós te digo, ¡adiós! Cuando miraba respirar en tu frente calma y pura el ingenio candor, y en tu sonrisa y en tus ojos afables brillar la inteligencia y la ternura, necio me aluciné. Mi fantasía, a la imagen de amor siempre inflamable, en tu bello semblante me ofrecía facciones que idolatro; y embebido en esperanza dulce y engañosa, pensaba en ti cobrar mi bien perdido. Mas ¡ay! veloz despareció cual niebla mi halagüeña ilusión. En vano ansiaba en tu pecho encontrar la fuente pura del delicado amor, del sentimiento. tan sólo caprichosa en él domina triste frivolidad, que me arrastrara de tormento en tormento, a un abismo de mal, llanto y ruina. ¡Qué suplicio mayor que amar de veras, y mirar profanado, envilecido, el objeto que se ama, y que pudiera ser amor de la tierra, si estuviera de pudor y modestia revestido! ¡Pérfida semejanza...! Si tu pecho, como tu faz imita la que adoro, de prendas y virtud igual tesoro en tu seno guardara, ¡Cuál fuera yo feliz! ¡Cómo te amara con efusión inmensa de ternura, y a labrar tu ventura mi juventud ardiente consagrara...! Caminas presurosa por la senda funesta del capricho, a irreparable mal y abismo fiero de ignominia y dolor... ¡Mísero! en vano en mi piedad ansiosa he querido tenderte amiga mano. la esquivaste orgullosa... ¡Adiós! yo espero que al fin vendrás a conocer con llanto si era fino mi afecto, si fue pura y noble mi piedad. Ya te desamo, que es imposible amar a quien no estima, y sólo en compasión por ti me inflamo. ¡No te maldigo, no! ¡Pueda lucirte sereno el porvenir, y de mi labio el vaticinio fúnebre desmienta! a mi pecho agitado será continuo torcedor la vista de tu infausta beldad, y desolado tu suerte lloraré. Si acaso un día sufres del infortunio los rigores, y a conocerme aprendes, en mi pecho encontrarás, no amor, pero indulgencia, y el afecto piadoso de un amigo. ¡Belleza de dolor! Adiós te digo.
Adiós
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