En túmulo de oro vago, cataléptico fakir, se dio el tramonto a dormir la unción de un nirvana vago... Objetivase el aciago suplicio de pensamiento y como un remordimiento pulula el sordo rumor de algún pulverizador de músicas de tormento. El cielo abre un gesto verde, y ríe el desequilibrio de un sátiro de ludibrio enfermo de absintio verde... En hipótesis se pierde el horizonte errabundo, y el campo meditabundo de informe turbión se puebla, como que todo es tiniebla en la conciencia del Mundo. Ya las luciérnagas –brujas del joyel de Salambó– guiñan la “marche aux flambeaux” de un aquelarre de brujas... Da nostalgias de Cartujas el ciprés de terciopelo, y vuelan de tu pañuelo, en fragantes confidencias, interjecciones de ausencias y ojeras de ritornelo. Todo es póstumo y abstracto y se intiman de monólogos los espíritus ideólogos del Incognoscible Abstracto... Arde el bosque estupefacto en un éxtasis de luto, y se electriza el hirsuto laberinto del proscenio con el fósforo del genio lóbrego de lo Absoluto. Todo suscita el cansancio de algún país psicofísico en el polo metafísico de silencio y de cansancio... Un vaho de tiempo rancio historia la unción plenaria, y cunde, ante la arbitraria lógica de la extensión la materialización del ánima planetaria. Del insonoro interior de mis oscuros naufragios, zumba, viva de presagios la Babilonia interior... Un pitagorizador horoscopa de ultra-noche, mientras, en auto-reproche de contricciones estáticas, rondan las momias hieráticas del Escorial de la Noche. Fuegos fatuos de exorcismo ilustran mi doble vista, como una malabarista mutilación de exorcismo... Lo Subconsciente del mismo Gran Todo me escalofría y en la multitud sombría de la gran tiniebla afónica fermenta una cosmogónica trompeta de profecía. Tal en un rapto de nieve se aguza la ermita gótica, y arriba la aguja hipnótica enhebra estrellas de nieve... El bosque en la sombra se mueve fantásticos descalabros, y en los enebros macabros blande su caña un pastor, como un lego apagador de tétricos candelabros. Duerme, la oreja en acecho, como un lobo montaraz el silencio suspicaz del precipicio en acecho... Frunce el erial su despecho, mientras disuelve y rehúsa el borbollón de la esclusa monólogos de esquimal, en gárgaras de cristal y euforias de cornamusa. Adarga en ristre, el sonámbulo molino metaforiza un Don Quijote en la liza, encabalgado y sonámbulo... Tortura el humo un funámbulo guiñol de caleidoscopio y hacia la noche de opio abren los pozos de Ciencia el ojo de una conciencia profunda de espectroscopio. Sobre la torre, enigmático, el búho de ojos de azufre, su canto insalubre sufre como un muecín enigmático... Ante el augurio lunático, capciosa, espectral, desnuda, aterciopelada y muda, desciende en su tela inerte, como una araña de muerte, la inmensa noche de Buda...
Tertulia lunática
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