ELEGIA VI.
A la muerte del Príncipe de España D. Cárlos, hijo primogénito del Rey D. Felipe segundo.
Si el amor al pasar del rio Letheo,
Serenísimo Cárlos, no se olvida;
Si allá se perficiona un buen deseo;
Vuelve los ojos de do Dios se anida
A España, madre nuestra y sierva tuya,
De tí tan regalada y tan querida:
Consuela la tristeza grande suya,
Enjúgale los ojos, y no esperes
Que este llanto del todo la destruya.
Mas dile: por lo mucho que me quieres
Te ruego, y si no basta, te lo mando,
Que mejor mi ausencia considéres:
De la divinidad estoy gozando,
Rogándole por tí; mas te aprovecho
Que un siglo aprovechára en tí reynando.
Di, ¿qué razon permite, ó qué derecho
Que de mi bien y de tu bien te pese?
¿Ni que fundes tu daño en mi provecho?
Yo fio que mi muerte produxese
Mas envidia á tus ojos que mancilla,
Si los ojos del alma Dios te abriese.
Mi madre, la Princesa de Castilla,
Cárlos, mi dulce abuelo, y su consorte
Me adornan los dos lados de la silla:
Hace mayor ventaja aquesta Corte
A la Corte de allá, que el Norte á Febo
En firmeza, ó que Febo en luz al Norte:
Dichosísimo yo, que tan mancebo,
Despues de haber gozado humana alteza,
En la divina alteza el alma cebo.
Veo del Trino y Uno la grandeza,
De Christo y de su Madre el alto asiento,
Y de los nueve coros la belleza.
De los Santos el gozo y el contento,
Y en fin del todo veo mi memoria,
Veo mi voluntad, mi entendimiento
Lleno de aquel, que es gloria de la gloria.