• Mi vida, enferma de fastidio, gusta
    de irse a guarecer año por año
    a la casa vetusta
    de los nobles abuelos,
    como a refugio en que en la paz divina
    de las cosas de antaño
    sólo se oye la voz de la madrina
    que se repone del acceso de asma
    para seguir hablando de sus muertos
    y narrar, al amparo del crepúsculo,
    la aparición del familiar...