Oscuro y fruncido como un clavel morado,
respira, abrigado entre el musgo humildemente,
húmedo aun del amor que fluye lentamente
por sus blancas nalgas hasta su borde orlado.
Filamentos parecidos a lágrimas de leche
lloraron, rechazados por la ventisca monstruosa,
cruzando pequeños coágulos de lodo rosa
hacia donde la vertiente los llama a perderse...