• Tú, que en la universal carnestolenda
    ostentas, bajo el rostro sonreído,
    mal pensamiento y corazón podrido:
    ven, descansa a la sombra de mi tienda;

    alégrate, sonríe, ten mi ofrenda
    de frescas pomas; sacia en mi florido
    huerto la sed del labio consumido
    por el cansancio de la dura senda.

    Bien sé que reposada tu fatiga
    en silencio te irás,...

  • ¡Oh, angustia de querer expresar lo inefable,
    cuando, ave prisionera, una emoción agita
    sus alas en la cárcel del verbo miserable,
    que no traduce en ritmos su dulzura infinita!

    ¡Ay, vale más el pájaro cuya garganta trina
    su amor y su dolor, que la lengua del hombre,
    cuya alma dolorosa lo infinito adivina,
    siente la Eternidad... y no sabe su nombre!...

  • Deja la plaza pública al fariseo, deja
    la calle al necio y tú enciérrate, alma mía,
    y que sólo la lira interprete tu queja
    y conozca el secreto de tu melancolía.

    En los brazos del Tiempo la juventud se aleja,
    pero su aroma nos embriaga todavía
    y la empañada luna del Recuerdo refleja
    las arrugas del rostro que adoramos un día.

    Y todo por vivir...

  • Tu juventud de música, de fragancia y de trino,
    huele a magnolias húmedas, a mojada reseda...
    Es un olor carnal y espiritual, un fino
    olor que llevo en mí sin que olvidarlo pueda.

    De tu blancura me habla el lucero divino,
    el ruiseñor conoce tu voz y la remeda,
    y la divagación del viento vespertino
    trae el recuerdo de tus cabellos de seda.

    Del...

  • Y vuelves —brisa, nube, flor y trino—
    para mi corazón que nada espera,
    a mis rotos palacios de quimera
    sepultos en la arena del camino.

    El dulzor de la extinta primavera
    guarda mi corazón —vaso divino—,
    como el rosado caracol marino
    guarda el eco del mar en la ribera.

    ¡Oh, abril celeste, con el alma buena,
    clara y sencilla, como la...

  •    I
    Oh Deidad impasible por quien blasfemo y oro:
    tu alma es como un palacio de mármol, bello y frío,
    con plafones de cedros y altivas puertas de oro,
    solemne y armonioso, como un templo vacío.

    En diáfanos ponientes hay la gracia de un vuelo,
    de leves sedas blancas, de cisnes y palomas;
    y, entre las columnatas, elevan hasta el cielo
    sus...

  • Con nuestras propias manos temblorosas
    tejemos nuestro bien y nuestro mal;
    ¡y deshojamos nuestras propias rosas
    como en un juego trágico y banal...!

    Y depués, al mirar el alma pobre,
    es la angustia y desesperación
    de ver trocado en monedas de cobre
    todo el oro de nuestro corazón...

  • Con nuestras propias manos temblorosas
    tejemos nuestro bien y nuestro mal;
    ¡y deshojamos nuestras propias rosas
    como en un juego trágico y banal...!

    Y depués, al mirar el alma pobre,
    es la angustia y desesperación
    de ver trocado en monedas de cobre
    todo el oro de nuestro corazón...

  • A los que hemos mirado –en una noche horrenda–
    a nuestra cabecera la faz de la Ignorancia,
    puesto que comprendimos, se nos cayó la venda
    y tenemos la ciencia de la sonrisa helada.

    Y vimos –presentimos más– la cosa estupenda
    y la tiniebla en que se hundirá nuestra nada
    y la noche absoluta en la perdida senda
    sin amores, sin albas, sin fin de la jornada...

  • Infinito deseo de alas,
    continuas nostalgias de vuelo:
    corazón mío que te exhalas
    como grano de mirra al cielo.

    Beso, rosa, mujer y lira:
    ya sé la vanidad de todo;
    sé de la sierpe que conspira
    contra la estrella, desde el lodo;

    de la penumbra en que su flecha
    aguza deidad vengativa;
    del ojo del caos que acecha
    nuestra miseria...