No más supliques, corazón, ni llores:
¿de qué tu llanto te valdrá? de nada;
de nada humildes ruegos: tus dolores
sufre de hoy más con altivez callada:
¿No sabes, di, que el Hado sus rigores
nunca remite ni jamás se apiada,
y cuán en vano su nobleza humilla...