I
En la amena floresta
de un bosquecillo, se alza la espesura,
do el ardor de la siesta
se templa, do murmura
una de humilde vena fuente pura.
Allí, cuando subido
el sol a la mitad del alto cielo,
cuando más encendido
su ancho disco sin velo
el aire enciende y abochorna el suelo.
Del césped en la alfombra
suelo...